El regreso de Felipe González

Por Pascual Tamburri Bariain, 9 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

9 de febrero. Desde la Transición el Club Siglo XXI se ha convertido en uno de los foros más reputados de la política, la cultura y la sociedad. Ningún personaje público de cierto nivel desdeña la oportunidad de presentar allí sus ideas, sus propuestas o simplemente su análisis de la realidad. Lo que en ese foro se dice tiene una repercusión segura, tanto en calidad como en cantidad, y por consiguiente nada se suele dejar al azar.

No fue tampoco casual por supuesto el jueves pasado la presencia simultánea del último presidente del Gobierno socialista, Felipe González, y la del teórico candidato a ocupar el mismo puesto, José Luis Rodríguez Zapatero. Ni puede considerarse casual la actitud que cada uno de ellos adoptó para el caso. Zapatero se escudó en su híbrida sonrisa de primero de la clase que ha llegado a serlo aún copiando, y se limitó prácticamente a callar y a asentir. González intervino con la actitud de dignidad ofendida de quien ha sido desvalijado de su patrimonio por unos advenedizos, y no encuentra en su familia nadie mejor que él mismo para restaurar la justicia.

Felipe González, a pesar de su sombrío pasado, ha sido presidente del Gobierno. Ha representado a España en el mundo, y ha tomado decisiones en nombre de todos los españoles. Tiene, en suma, una enorme experiencia política, y es consciente de que cualquier gesto suyo es de gran importancia para su partido. Sobre todo porque entre los socialistas, ahora mismo, no se entrevé un liderazgo de envergadura similar al que moralmente él aún ejerce.

Si Felipe González ha decidido marcar las líneas maestras de la política socialista es porque se lo permiten y porque se considera destinado a dirigir de alguna manera esa política. No olvidemos que González se cree injustamente desplazado del poder en dos tiempos: José María Aznar le arrebató La Moncloa -que él siente como cosa propia-, y sus mismos compañeros provocaron su salida de la secretaría general. Como tercer agravio, González cree que si el PSOE no ha vuelto al poder ha sido sólo por no seguir a pie juntillas sus consejos.

El caudillismo es un mal del que de momento, gracias a Aznar, la derecha parece sanada. Pero el PSOE lo está viviendo en la peor de sus formas: ante la certeza de la no-victoria electoral (habrá que esperar a las urnas para hablar o no de derrota), el viejo líder se cree designado por los dioses para restablecer el orden natural de las cosas. Y los demás: ¡a callar y a aguantar!

Por Antonio Martín Beaumont y Pascual Tamburri Bariain

Por Pascual Tamburri Bariain, 9 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.