Los obispos católicos no sólo expresan una opinión

Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

10 de febrero. La publicación del Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia católica española ha reabierto polémicas que parecen de otro siglo y de otro milenio. Lo parecen, porque en efecto lo son. Dicen los obispos, al planificar su acción familiar y al analizar la situación actual de la familia española, que la revolución sexual de las últimas décadas ha cambiado mucho más que la relación entre hombre y mujer, ya que ha separado de un modo ampliamente admitido por la sociedad el matrimonio del sexo, y el sexo de la procreación. Además de, por otra parte, alejar el amor de su relación con matrimonio, sexo y procreación.

¿Es esta una opinión de los vetustos obispos, como se ha escuchado y se ha leído? En realidad, no es así. En realidad, eso son hechos objetivamente demostrables en la vida cotidiana española, hechos estadísticamente plasmados. Otra cosa es cómo valore cada uno tales hechos, pero negar que en España ha tenido lugar un proceso de secularización de la vida social y familiar, y que tales han sido sus síntomas en este campo, es imposible.

Sobre este análisis objetivo, los obispos han expresado su opinión como católicos; y creen que tal revolución ha tenido consecuencias negativas para los cristianos -una inmensa mayoría de los españoles se declara cristiana-, ya que ha roto los parámetros tradicionales en los que el hombre y la mujer vivían, maduraban y formaban familias. Moralmente, el individualismo antropocéntrico y materialista que está en la base de esta revolución sexual hedonista es ajeno al cristianismo e incompatible con el modo de vida que un católico practicante hace suyo. Esto puede gustar más o menos, pero tampoco es discutible que la moral cristiana es incompatible con la situación descrita, así como con la aceptación de las relaciones sexuales contra natura, los anticonceptivos o el aborto, por ejemplo.

¿Qué sucede entonces? Se trata de la constatación de unos hechos, evidentes para todos. Y de su valoración desde un determinado punto de vista, que no se pretende imponer a nadie que no sea católico. ¿Escándalo?

Lo cierto es que la opinión de los obispos ha preocupado a los partidos, en esta campaña electoral, porque planteaba un delicado problema de imagen para ellos. Para mantener el tono progresista que se considera necesario frente a ciertos electorados emergentes, los partidos se apresuraron a criticar a los obispos, o al menos a disentir de ellos. Mas, para pescar en el insospechadamente rico caladero del voto católico, han modulado respetuosamente sus respuestas, al menos quienes aspiran a ganar las elecciones (lo que reduce las cosas casi a un solo partido). No obstante, la situación es casi de sainete: se niega un análisis incuestionable de los hechos para evitar tener que dar una opinión sobre ellos; y cuando la Iglesia sí la da, se le critica, sin recordar que en España el Estado no es confesional y cada uno puede tener su propio criterio. Aunque el de los obispos vincule a los católicos, nadie está obligado a ser católico. ¿O sí?

Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.