Navarra ante las elecciones: una seguridad que no existe

Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

10 de febrero. Batasuna ha anunciado, de manera al parecer definitiva, su actitud ante las elecciones del 14 de marzo. El brazo político de ETA, ilegalizado, volverá a promover, como en las elecciones municipales y forales del 25 de mayo de 2003, el voto nulo, con una papeleta propia que reivindica la autodeterminación. Cesan así, en principio, las conjeturas que se venían haciendo en medios políticos y periodísticos sobre la actitud de esa parte del cuerpo electoral nacionalista vasco: no parece que vaya a haber tregua de ETA antes de las elecciones, y con certeza ETA no va a pedir el voto para la candidatura del frente nacionalista «Nafarroa Bai».

¿Una buena noticia para los no nacionalistas, y por consiguiente para la identidad -libre, foral y española- de Navarra? Sólo si se hace una lectura de los hechos a muy corto plazo. Ciertamente, con la petición de voto nulo una parte considerable del electorado etarra se volverá a colocar del juego político institucional, dificultando la tarea de Aralar, Batzarre, EA, y PNV. Con las proyecciones y encuestas en la mano no tendrán problemas para obtener representación parlamentaria en las Cortes españolas, pero tendrán muchas dificultades para desbancar al PSOE de la segunda posición electoral. No era tampoco su objetivo prioritario, y habrá que ver cuántos electores de Batasuna obedecen las consignas recibidas, porque la ilusión reprimida es mucha y ya hace un año Aralar en solitario se hizo con el 50% de ese mercado.

En realidad, Batasuna y Nafarroa Bai trabajan en una misma longitud de onda, y para comprenderlo no es necesario adentrarse demasiado ni en la historia de las formaciones políticas que confluyen en una y otra candidatura, ni tampoco en las biografías de quienes representan, respaldan o inspiran uno y otro proyecto. Sólo en los cortos plazos, y en los muy sutiles matices, puede afirmarse que hay un divorcio entre uno y otro. Y un análisis más profundo convierte la aparente buena noticia en causa de preocupación.

Batasuna no podía coaligarse públicamente y formalmente con Nafarroa Bai sin dejar de ser Batasuna. Batasuna, como ha quedado perfectamente establecido en Vergara, comparte la esencia del plan de Ibarretxe, pero tiene sus propias opiniones sobre los ritmos y los plazos, y en particular sobre el momento en que ETA dejará de ser útil y necesario brazo armado del nacionalismo. Es una discusión de familia, en la que la sangre no va allegar al río -y en este caso no se trata de una frase hecha. Batasuna tiene que mantener unidos los restos del rebaño más totalitario, porque su dispersión o su desarme prematuro no redundaría en bien del nacionalismo.

Hay, además, una razón de coherencia y dignidad militante en Batasuna. Otegi y Barrena tienen un cierto sentido del compañerismo y de la lealtad, y creen que no deben «vender a los suyos», terroristas y presos. Es decir, que no deben dar pasos precipitados sin obtener garantías de cumplimiento de sus objetivos. Objetivos que, no se olvide, en nada difieren de los de Aralar, salvo en una parte del camino y del calendario.

Pero, en realidad, y paradójicamente, quien más beneficios obtiene en este momento del aparente aislamiento de Batasuna es Nafarroa Bai. Por una parte, los proetarras más impacientes van a seguir el camino que muchos ya han seguido, y les van a votar. Pero, por otra, que Batasuna esté fuera da una legitimidad democrática formal al resto del nacionalismo. Siempre habrá analistas benévolos y corazones candorosos que se alegrarán con esta noticia, y que volverán a distinguir unos nacionalistas «malos» (los abiertamente etarras) de otros nacionalistas «buenos» (los demás independentistas). ETA, con existir -y existirá al menos mientras no esté en condiciones de declarar una tregua-, y Batasuna, con perseverar, dan verosimilitud a la idea de que sólo los crímenes de sangre son realmente malos. Como si no lo fuesen la mentira histórica, la deformación de las conciencias y la manipulación social y cultural que todo el nacionalismo vasco practica por su propia naturaleza en Navarra. Pero lo cierto es muchas buenas personas que dudarían en votar a Batasuna votarán aliviadas a Nafarroa Bai.

Aún hay más. Si todo el nacionalismo formase unido ante las urnas, con ETA el ejercicio, sería impensable que un partido democrático se le acercase a pactar. Con la excusa de una Batasuna montaraz, y mientras no haya una nueva trampa con nombre de tregua, siempre habrá quien esté dispuesto a dialogar, negociar y pactar con el resto del nacionalismo, y podrá decir que hay otros peores. No hace falta remontarse a episodios históricos remotos para saber qué escasos reparos morales tienen algunas fuerzas políticas a la hora de ganar cuotas de poder. Arnaldo Otegi ha mencionado la rendición pactada del PNV en Santoña, reprochando una prioridad de los intereses de partido sobre las metas ideológicas. El símil histórico, para preocupación de quien deba preocuparse, no es válido, porque los hechos, más allá de la superficie, muestran un nacionalismo vasco sólidamente trabado en un único objetivo.

Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.