Por Pascual Tamburri Bariain, 12 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
12 de febrero. El PSOE nunca comete errores. Es sólo víctima de las tramas urdidas por la derecha. Si alguien sigue la precampaña electoral del líder de la oposición, y especialmente si lo hace a través de los medios de comunicación que se le suponen más favorables, llegará sin duda a esa conclusión. A falta de algo mejor, José Luis Rodríguez Zapatero espera llegar a la Moncloa presentándose como víctima de la perfidia del Partido Popular y del Gobierno.
Cuando un barco se hunde en nuestras costas, la culpa no es del armador ni de la tripulación, sino del Partido Popular. Si algunos de nuestros aliados actúan contra nuestros intereses internacionales, y otros, que nos apoyan, piden nuestra ayuda, la culpa es del PP. Si hay atentados, es culpa del PP. Si llueve, es culpa del PP. Y si hay sequía, también es culpa del partido de Mariano Rajoy.
El PSOE está llegando por esta vía a extremos ridículos. No se trata ya, como en tiempos de Felipe González y de Julio Anguita de una simple falta de «programa», o más bien de una superficialidad programática, sino que el PSOE no sabe cómo salir del círculo vicioso en el que entró a raíz del Prestige. Antes de aquella época, Zapatero tuvo una estrategia de oposición leal y serena, pensada a largo plazo y con algunos puntos doctrinales firmes. Podían ser discutibles, y de hecho eran inaceptables para una mayoría de españoles, pero era un camino hacia la credibilidad.
De repente, la oposición abandonó la tranquilidad y tuvo prisa por dejar de serlo. Todo empezó a valer, en cuanto a su propio quehacer político; y todo tipo de ataque al PP pasó a ser admisible. Con el resultado que las encuestas anuncian, por una parte. Y con el descrédito que ninguna encuesta puede ocultar, aunque la haga el medio de comunicación más afín. El PP no puede ser acusado de la división del PSOE en corrientes, ni de los problemas electorales de Simancas en Madrid, ni de la incapacidad de Maragall para formar un Gobierno, ni de la permanente tentación de pactar con los enemigos interiores de España. Es ridículo e impresentable intentar esos juegos malabares electorales.
Hay una víctima de tales operaciones, y se llama José Luis Rodríguez Zapatero. Si es derrotado estrepitosamente tendrá que dimitir. Si es simplemente derrotado, tendrá que seguir en la oposición hasta que alguna conjura palatina lo derribe. Si tiene la desgracia de no vencer pero con alguna posibilidad matemática de formar un gobierno de «todos contra el PP», será obligado a ello. Y será un cadáver político, en cualquier caso.
Por Pascual Tamburri Bariain, 12 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.