Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
20 de febrero. Gobernar no es cosa de uno, en democracia, sino tarea de muchos y basada en una mayoría popular. La cosa tiene su dificultad, en los tiempos que corren, porque los intereses personales y de partido tienden a pesar más que la voluntad popular. Y más aún en esta extraña campaña electoral.
José Luis Rodríguez Zapatero ha prometido no gobernar pidiendo los votos de fuerzas minoritarias si él mismo no obtiene una mayoría democrática. Buenas y santas intenciones, si fuesen ciertas, sobre todo después del desgaste que el PSOE ha sufrido por su pacto con los republicanos en Cataluña, por sus alianzas con los nacionalistas en el País Vasco y por su frustrada coalición con los comunistas en Madrid. Aunque estuviese dispuesto a repetir semejantes hazañas, Zapatero debería negarlas en campaña electoral.
Y además puede permitirse hacerlo. ¿Quién duda que vasquistas, catalanistas, republicanos y comunistas votarían contra una hipotética investidura de Mariano Rajoy en caso de tener sólo una mayoría relativa? ¿Y quién podría impedir entonces que Zapatero, sin pactos aparentes con nadie, se presentase a una investidura y fuese investido presidente del Gobierno sin contrapartidas visibles?
Los movimientos del candidato socialista y las declaraciones de Josep Lluis Carod-Rovira deben entenderse en este sentido. Para formalizar una coalición sin que ésta reste votos al PSOE, ¿qué mejor manera que esta alianza pasiva? Sin embargo, en tal caso, ¿quién se colocaría fuera del espíritu democrático del pueblo español? Como demasiado a menudo en nuestra historia, la izquierda y los nacionalistas.
En todo caso, conviene que la clase política, y determinados políticos en particular, no olviden que la verdadera democracia, la más genuina y sana, la que los españoles esperan, es aquélla que tiene en cuenta la voluntad y las necesidades de toda la comunidad nacional. Democracia para todo el pueblo, y no sólo para una parte del mismo. Tanto menos si se trata de grupos de aventureros de la política en los que la gente no puede verse reflejada. Nadie puede gobernar democráticamente contra el pueblo.
Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.