Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
El nacionalismo está unido. Frente a él no existe un bloque demócrata, sino únicamente unos partidos que defienden la libertad, la verdad y el nombre de España -que son el PP, UPN y UA-.
23 de febrero. El nacionalismo vasco es un sujeto político afortunado. Pese a su evidente debilidad ética, y pese a sus lamentables presupuestos doctrinales, siempre encuentra defensores y aliados que nieguen lo evidente. En unos casos es por interés, en otros simplemente por miopía progresista. Tanto monta: el nacionalismo consigue decir lo que realmente piensa y a la vez logra pasar por al menos parcialmente aceptable.
Y nada importa que los mismos nacionalistas digan una y otra vez en público y en privado qué son, quiénes son y qué piensan. Por ejemplo, el líder de Eusko Alkartasuna en Navarra, el joven tafallés Maiorga Ramírez, ha sido uno de los forjadores de Nafarroa Bai, a título de experimento de lo que vendrá después. Y no lo oculta. Para él, como para todo el nacionalismo sin fisuras, es hora de dar pasos hacia un Estado vasco. Una hora trágica para España.
Ramírez ha reconocido, con gallardía y una pizca de orgullo, que su partido sí comparte los objetivos etarras expuestos en Vergara, que son sustancialmente los de la vieja alternativa KAS coordinados con el plan de Ibarretxe: literalmente, la autodeterminación -léase independencia- y la territorialidad -léase anexión de Navarra-. ¿Y el terror, y la violencia? Ah, el nacionalismo que se llama democrático afirma que «hay que superar la vinculación interesada que se ha hecho entre el independentismo y la actividad militar de ETA», porque «es una vinculación de la que se sirve el PP para impedir más autogobierno». Ya Patxi Zabaleta dijo que la violencia era rechazable «porque en este momento perjudica más que beneficia la causa abertzale». Magnífico punto de vista.
Nadie debería ser engañado. Pero hay quien quiere ser engañado. El PSOE mendiga indignamente a la puerta de los nacionalistas vascos y catalanes, sin preguntar el precio. Si las cosas vienen bien dadas, el PSOE espera gobernar España con tales apoyos, y aunque viniesen mal los cuadros regionales socialistas quieren un pedazo del pastel autonómico.
La batalla política que se libra en el Norte no va a terminar el 14 de marzo. En ella el nacionalismo está unido, con una sola meta y una sola bandera, pese a las rencillas internas. En ella se ha demostrado que no existe un bloque constitucionalista o demócrata, sino únicamente unos partidos que defienden la libertad, la verdad y el nombre de España -que son el PP, UPN y UA- y una izquierda socialista y comunista profundamente dividida en su interior y al menos en parte dispuesta a comulgar con ruedas de molino con tal de pisar moqueta. Así las cosas, se acercan tiempos recios.
Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.