Por Pascual Tamburri Bariain, 3 de marzo de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
Marruecos es el fruto inacabado de la imposición de una oligarquía sobre una población berebere discriminada y explotada: las víctimas del terremoto del Alhucemas.
3 de marzo. El terremoto en Alhucemas ha conmovido en España las conciencias, y ha dado lugar a una intensa solidaridad con los afectados. No se trata sólo de nuestros vecinos, como pretende cierta prensa, sino que España tiene una estrecha relación histórica con la región más afectada. Se trata, en efecto, del corazón del antiguo Protectorado -Alhucemas es el nombre dado después de la independencia a Villa Sanjurjo, ciudad fundada por España- y de una comarca cuyos habitantes están acostumbrados a esperar más de Melilla y de Madrid que de Rabat y de París. Como en efecto ha sucedido.
España ha sido generosa y eficaz en su ayuda, a cambio de la cual, lógicamente, nada ha pedido, y que se ha dado sin medida precisamente en medio de una áspera polémica -sobrevuelos, Perejil, inmigración- con la que seguramente la Corte alauita esperaba poder influir en las elecciones españolas. Porque a nadie se le oculta que en España hay al menos un partido, y partes apreciables de otros, en parte sumisos a los dictados de la vecina monarquía absoluta.
A pesar de las elecciones, España sigue teniendo intereses exteriores que cuidar. Y los primeros, siempre, desde hace muchos siglos, son los de la frontera meridional. Este tema se está manteniendo, por fortuna, fuera del debate electoral, pero a partir del 14 de marzo el nuevo inquilino de la Moncloa debe tener algunas ideas claras, por el bien de todos.
Más que ideas, hechos objetivamente indiscutibles. Un hecho es que Marruecos no es una democracia, ni un país homologable a los de nuestro entorno occidental. Es un Estado corrupto, frágil, tiránico e imprevisible, casi la peor combinación de las posibles. Otro hecho es que Marruecos no es y nunca ha sido un país unido y bien trabado, sino que es el fruto inacabado de la imposición de una oligarquía árabe sobre una población berebere que es discriminada, oprimida y explotada: los habitantes de Alhucemas, por ejemplo.
Y es un país expansionista, no sólo históricamente como demuestra el caso de los rifeños y bereberes en general, sino más recientemente, ya que se ha anexionado sucesivamente la zona Sur del Protectorado español, la provincia de Ifni y el viejo Sahara, ha combatido por territorios argelinos y españoles (Perejil) y desea, al menos, Mauritania, Canarias, partes de Senegal, Ceuta y Melilla. El Gran Marruecos, que tiene defensores y admiradores a este lado del Estrecho. Pero, como se ha visto, no en Alhucemas. Una lección para recordar.
Por Pascual Tamburri Bariain, 3 de marzo de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.