Diez veces España

Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de marzo de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

Mencionar insistentemente a España en campaña electoral, mientras se negocia con sus enemigos, es una especie de sortilegio. Un intento de engañar al destino, y a la opinión pública.

10 de marzo. La carta que José Luis Rodríguez Zapatero ha enviado a sus electores es digna de mención, aparte de otras cuestiones, por el número de veces que repite el nombre de España. Ni el partido más fanáticamente nacionalista podría haber conseguido tan singular proeza: diez apariciones del nombre propio.

La cosa tiene bastante que ver con los problemas colectivos de la izquierda española. Crecida a la doble sombra de Franco y de Moscú, nunca ha tenido una relación normal con la nación, ni con el patriotismo, ni siquiera con el viejo nombre que este solar milenario heredó de Roma. La izquierda española ha creído que la Patria era de derechas, y que el internacionalismo era la única bandera posible de las izquierdas; internacionalismo, además, considerado en la peor de las dimensiones posibles, es decir, la opuesta a toda identidad comunitaria de raíces históricas.

Peor aún, en muchos casos: la izquierda ha jaleado todo nacionalismo antiespañol porque España era de derechas. Así, la izquierda ha resultado ser absurdamente franquista, porque ha dado por buena durante décadas la ecuación política del anterior Jefe del Estado; y así la izquierda no ha sido antinacionalista, sino muy a menudo anti española, en todo caso recelosa de España y muy abierta a colaborar con los nacionalistas periféricos, enemigos de España a partir de sus propias falsedades.

Diez menciones a España sólo tienen un sentido en campaña electoral: ocultar lo evidente, enmendar un grave problema de imagen. Porque los españoles, a diferencia de la izquierda pancartera, sí se sienten ligados al destino colectivo del país, sí lo viven como un espacio comunitario nacido de una identidad y de una historia, y sí creen en él como su identidad futura. Mencionar a España mientras se negocia con sus enemigos es una especie de sortilegio. Un intento de engañar al destino, y a la opinión pública.

Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de marzo de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.