Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de marzo de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
El PSOE ha vencido dos días después de un brutal y confuso atentado terrorista, aún no resuelto y en todo caso pésimamente presentado a la opinión pública por el Gobierno saliente.
16 de marzo. El PSOE venció las elecciones del pasado domingo y gobernará España durante la presente legislatura. José Luis Rodríguez Zapatero ha sido el candidato preferido, después de una campaña electoral marcada por el dolor y por la confusión. El 2 de abril se constituirán las nuevas Cortes y, en breve plazo, el proyecto ZP se someterá a una sesión de investidura que previsiblemente superará sin dificultades.
Zapatero llega al poder de un modo irreprochablemente legal. Nadie, de hecho, ha discutido la legalidad de la victoria socialista, aunque el clima tormentoso de la semana precedente y de la víspera invitaba a situaciones dramáticas. El PP, especialmente, víctima de la manipulación mediática y de sus propios errores de comunicación e imagen, consintió la violación de la jornada de reflexión -nada distinto podía hacer- y aceptó la innegable legalidad de la victoria electoral socialista.
La Ley y la voluntad de los votantes hacen a Zapatero presidente. Pero hay una sombra sobre su legitimidad de origen que él mismo ha reconocido en todas sus intervenciones desde el cierre de los colegios electorales. El PSOE ha vencido dos días después de un brutal y confuso atentado terrorista, aún no resuelto y en todo caso pésimamente presentado a la opinión pública por el Gobierno saliente. La voluntad de los electores, junto con su percepción de la realidad y en consecuencia su capacidad de emitir un sufragio libre, estuvo determinada por esta situación. Situación insuficiente para hablar de ilegalidad o de ilegitimidad formal, pero más que sobrada para exigir al nuevo Gobierno un esfuerzo especial de legitimidad democrática.
Esa legitimidad sólo puede obtenerse por dos caminos, que de deben recorrer a la vez. Por un lado, el PSOE debe aplicar toda la energía posible a la lucha antiterrorista, contra todo el terrorismo y todos los terroristas, y contra sus socios políticos, sociales y culturales. Por otro, esta política debe estar presidida por un amplio acuerdo nacional entre los grandes partidos. Si actúa así, Zapatero romperá el maleficio de una peligrosa ilegitimidad de origen.
Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de marzo de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.