El Ministerio que Aznar no quiso crear

Por Pascual Tamburri Bariain, 17 de marzo de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

17 de marzo. José Luis Rodríguez Zapatero ha anunciado que creará, en el Gobierno que previsiblemente formará tras la sesión de investidura, un Ministerio de la Cultura y de la Comunicación. No se trata sólo del cumplimiento de una promesa electoral: en esa decisión se resume todo un estilo de hacer política -el de una izquierda sin complejos y sin pudores-, toda la campaña electoral y, por lo que se ve, el rumbo de la legislatura que comienza.

Es más que probable que Zapatero nunca haya leído a Antonio Gramsci, pero es seguro que alguien lo ha leído por él. La política no es sólo la conquista y la gestión de las instituciones, del poder. La política es hoy una cuestión de imagen, de comunicación. Y la comunicación pública la controla, por supuesto, quien controla los medios, pero sobre todo quien está dispuesto a utilizarlos y a hacerlo sin miedos. La culminación de una política de comunicación exitosa es conseguir que todo el debate público se centre en el cuestionario que conviene, con el lenguaje que conviene y con la corrección política que conviene. El PSOE, ininterrumpidamente desde la transición, lo ha conseguido.

Las modificaciones en el aparato central del Estado responden a una profundización de esa misma estrategia. Los medios públicos van a unirse al discurso monocorde de PRISA, de una manera que hará añorar al denostado Urdaci. Pero, sobre todo, el PSOE lo hará desde su propia cultura política, con su propio lenguaje, difundiendo sus propios valores e ideas y uniendo para ello comunicación, cultura y propaganda. Porque la izquierda va a definir qué es políticamente correcto y qué no lo es, y qué es cultura y qué no lo es.

No es una novedad, siempre lo ha hecho y en los últimos años el PP se ha sometido a esa dictadura cultural, con la vana ilusión de que una gestión exitosa pesase más en el voto. No ha sido así, con la masacre de Madrid como detonante, pero no como causa: la causa fue la renuncia del PP a combatir esa batalla, por miedo a acusaciones de intolerancia y por un enorme complejo de inferioridad. Por ese camino, el Gobierno objetivamente más eficaz de la historia de España ha perdido la calle, ha perdido la cultura -despreciando además a los verdaderos creadores de cultura que sí estaban de su lado-, ha perdido la juventud -porque la juventud no extremista se ha quedado en casa- y, en suma, ha perdido el poder.

La cuestión ahora, para ese gran partido español, es no perder el rumbo, y recuperar el tiempo perdido. Con la dificultad añadida de hacerlo sin medios de comunicación favorables, y con una sola baza a su favor: el tesón de sus militantes y la conciencia clara de que el bien de España lo exige.

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Por Pascual Tamburri Bariain, 17 de marzo de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.