Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de marzo de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
¿Puede el centro derecha, en democracia, dejar que sean sus enemigos quienes expliquen qué ha sucedido? No debería, pero lo está haciendo.
18 de marzo. La explicación políticamente correcta del resultado del 14-M pasa por los supuestos errores del Gobierno de José María Aznar en cuanto a su prepotencia, su torpeza y su obcecación. Un Gobierno, se dice, demasiado radical para el gusto de los españoles, y culpable de los brutales atentados de Madrid por acción y omisión. De esta explicación canónica, que los cada vez más numerosos medios afines al PSOE ofrecen desde el domingo con diferentes modulaciones, hay dos vulgatas: una para uso de socialistas y nacionalistas («el PP son los de siempre, y por fin la gente se ha dado cuenta de qué son») y otra para uso de incautos («hemos perdido porque hemos perdido el centro, y nos merecíamos esta lección»).
Pero no debe perderse de vista que toda esta interpretación es directamente favorable a Zapatero, y aún más a Polanco, y que se basa en los presupuestos políticos e ideológicos de la izquierda. ¿Puede el centro derecha, en democracia, dejar que sean sus adversarios quienes expliquen qué ha sucedido? No debería, pero lo está haciendo.
Hay en todo esto más de una trampa verbal. La impopularidad del PP no se ha debido a sus errores de Gobierno, sino a sus errores de comunicación -fatales- y, en importante medida, al abandono de sus propuestas políticas originales, y de sus valores genuinos, que han llegado al término de dos legislaturas sin aplicarse, sin visibles ventajas electorales. Ha habido demasiados miedos escénicos, y ahora culminan, con esta entrega a la izquierda cultural y mediática del análisis postelectoral.
El PP ha perdido, de modo inmediato, porque resumió en tres días de meras buenas intenciones y pésima comunicación los miedos de ocho años por lo demás buenos. Y el PP ha perdido especialmente en tres sectores que abandonó hace tiempo para su desgracia: las elecciones se perdieron en los medios, las elecciones se perdieron en la calle, las elecciones se perdieron entre los jóvenes. Se diga lo que se quiera, no se perdieron en el centro (para centro, centro, ya se ve dónde se ha colocado ese gran centrista que es Rodolfo Martín Villa), y no se perdieron en Irak.
A este último respecto, conviene subrayar las reacciones de la coalición de centro derecha italiana, tan similar al PP español, aunque con algunas ventajas y desventajas en la comparación. Gustavo Selva, desde el parlamento, ha dicho que no se trata de la derrota de Aznar sino de una victoria del terrorismo; Ignazio La Russa, desde A.N., cree que los electores han sido injustos con el PP; y muy significativamente, el ministro Gianni Alemanno, que se opuso a la participación hispanoitaliana en Mesopotamia, cree que ni hay una relación entre los atentados y la guerra, ni España ha merecido lo que le espera.
Es lo que Rosa Montero ya ha dicho en «El País», los atentados no han sido una respuesta a la participación de España en la guerra de Irak, sino un ataque esencial a lo que somos. Una nación europea, por cierto: y estaría bien que el PP no retome sus complejos de inferioridad atávicos, porque el 13 de junio hay unas elecciones decisivas en más de un sentido.
Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de marzo de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.