Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de marzo de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
24 de marzo. El Partido Popular no ha vencido, que no es lo mismo, ni tiene las mismas consecuencias. Como el presidente saliente José María Aznar ha recordado -y tiempo habrá de seguir recordando-, sin discutir la legalidad de las elecciones generales del 14 de marzo de 2004, es más que razonable plantearse el efecto sobre las mismas de la masacre de Madrid. Y más aún, de la interesada manipulación mediática de esos hechos. En efecto, el PSOE tuvo más votos que el PP, pero sobre todo tuvo una gestión más lucrativa de sus apéndices juveniles, callejeros y mediáticos.
No hacen falta muchos argumentos para demostrar que esto fue así. Bastaría el sentido común, y, en su defecto, la comparación entre los resultados definitivos y el voto por correo (emitido antes de los atentados), que tradicionalmente marca la pauta de lo que luego ocurre el día de las elecciones; unas elecciones que el PP habría ganado en condiciones normales, o de gestión caballerosa de la anormalidad, y que perdió porque no supo, no pudo o no quiso combatir en un terreno nuevo en democracia. Legalmente, Zapatero ha ganado, aunque moralmente este lastre no pueda obviarse.
Lo cierto es que la opinión pública se forma y se conforma a través de los medios de comunicación, como sabe cualquier periodista y cualquier político. Los medios de comunicación, en el sentido más amplio, han asumido en la sociedad de masas la función de educar políticamente a los ciudadanos, y en su caso de manipular su opinión -ya que los límites entre información, agitación y propaganda son muy difusos-. En pocos días, un medio poderoso es capaz de crear un cierto ambiente de opinión, incluso tergiversando completamente tanto la verdad de los hechos como la opinión previa de los ciudadanos. La prensa, en sentido amplio, puede elevar a la ortodoxia interpretaciones muy discutibles de los hechos, puede convertir en noticia lo que no lo es, y puede hacer caer en el olvido hechos esenciales.
La única salvaguardia de la libertad, ante esta realidad, es el pluralismo y el empleo de medios iguales. En 2004, en España, un bando político, unido más por su hostilidad a una determinada visión de España que por su programa común, ha vencido empleando sin escrúpulos una combinación muy eficaz de verdades y de mentiras, de pasiones y de temores, de ilusiones y de bajezas, de medios novísimos y de tradiciones de la izquierda jurásica. Ha vencido en las urnas, pero tiene por ciertas dos cosas: que nunca volverá a contar con la ventaja de la sorpresa, y que debe demostrar si ha merecido esta apariencia de victoria.
Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de marzo de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.