El talante, el fondo y las formas

Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de abril de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

16 de abril. El presidente navarro Miguel Sanz ha realizado una interesante observación al analizar los resultados electorales del 14 de marzo. Según él, los ciudadanos al votar, aparte de la sensación del 11 de marzo, han tendido a castigar un determinado talante al hacer las cosas. Es decir, no han entrado tanto a juzgar las políticas, las propuestas y los resultados en sí mismos como la manera en que los líderes han presentado todo esto, y sus mismas personas, ante los medios de comunicación. No sería, en su opinión, un problema de errores políticos, sino de talantes y de formas.

Sanz no ha sido enteramente original al hacer su análisis. Pero es una vía de reflexión interesante, porque plantea las cosas exactamente como se propusieron en los días terribles del 11 al 14 de marzo, y las aleja del debate estéril entre «centrismo», «moderación», «derechismo» y «radicalismo», que a poco lleva. Salvo que se distinga la moderación en las formas del abandono de las ideas, o el radicalismo en las actitudes de la perseverancia en los principios.

Con muy buen criterio, Alejandro Llano ha recordado que el gran problema del pueblo español es cierta superficialidad política que nadie ha querido remediar. No es menos cierto que, aunque superficial en sus reacciones aparentes, el pueblo español ha demostrado ser menos materialista de lo que se pensaba: los éxitos económicos, el bienestar material y la eficacia tecnocrática no han bastado al centro derecha para ganar las elecciones. Frente al cálculo, el 14 de marzo venció el sentimiento; ciertamente un sentimiento elemental, primitivo y degradante, como es el miedo colectivo e irracional, debidamente manipulado. Pero no deja de ser triste ver a las «dos Españas» enfrentadas ahora, la una apelando a la opulencia y la otra a la cobardía.

Han faltado, por ambos lados, el valor de apostar por la verdad y por los principios. Todo se ha reducido, como en un mercado, a una cuestión de imagen y comunicación. Algunos creyeron, allá por los alrededores de Becerril, que la gente normal era poco más que un rebaño al que satisfacer materialmente y del que pedir el voto de vez en cuando, sin más pretensiones.

Carlos Ribagorda y Nacho Cardero, seguramente con acidez pero no sin acierto, han detectado en parte de la clase dirigente saliente un desprecio por el pueblo totalmente incompatible con la esencia del PP. Y ya se ha visto que cifrar el éxito o el fracaso sólo en la economía implica perder, cuando el pueblo se juega más que unos porcentajes. Frente a ellos, con aún mayor desprecio por los ciudadanos y aún menores escrúpulos, una minoría manipuló esos sentimientos latentes y apeló a través de los medios al miedo colectivo.

La solución para el centro derecha político no es transigir con los valores de la actual mayoría política, entre otras cosas porque no ha vencido por esos valores. Y porque no son valores ni propios del centro derecha ni mayoritarios entre los españoles. Importa recordarlo cuando se habla de giro al centro y de moderación: ser moderado en las formas no puede suponer renunciar a los principios y a la propia identidad. Los españoles no son débiles mentales, y si ven dos opciones políticas muy cercanas van a preferir la versión original a la mala copia.

La solución es plantar cara en el terreno de las ideas, de los valores, de la cultura popular. Hacerlo, ciertamente, con talante sonriente, alegre y moderado, como procede. Pero sin olvidar que la moderación en las formas y la apertura en los talantes no debe suponer ni una renuncia a los programas ni una traición a los valores. Más bien al contrario: se trata de buscar cauces más eficaces. Miguel Sanz, en Navarra, sabe distinguir bien qué es llegar al pueblo con las formas que éste prefiere, y qué es en cambio renunciar a las convicciones para intentar conseguir votos a cualquier precio. La clara distinción debe irse extendiendo.

Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de abril de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.