Discurso de despedida a 2º de Bachillerato

Marcilla, 26 de mayo de 2004

Queridos compañeros, queridos padres, queridos alumnos; queridos amigos:

Sólo quienes ya han pronunciado un discurso como éste pueden saber lo difícil que resulta. Algunos de los presentes ya saben que no me falta el hábito de hablar en público –tal vez me sobre-, y que se puede improvisar tanto un mitin como una conferencia. Pero esto, que no puede ser ni parecer ni una cosa ni otra, me parece algo más serio. Al menos, hoy esperáis y merecéis algo más serio de mí. Y hasta he tenido la tentación de escribir estas palabras antes de venir aquí, algo que nunca hago.

La ocasión lo merece. Recuerdo, como si fuese ayer, un día de hace quince años, cuando yo estuve donde vosotros estáis ahora. Es un momento importante, tal vez más importante de lo que estáis dispuestos a reconocer, ahora.

¿Qué me preocupaba a mí aquel día? Mucho más la cena de después que los discursos más o menos sentimentales de antes. Y recuerdo, eso sí, tomad nota, que antes de la una estábamos ya en casa. La una de la madrugada, claro. Otros tiempos sin duda.

Pero aunque los tiempos sean otros lo esencial no ha cambiado, y voy a recordar para vosotros algunas cosas que me dijeron, que me parecían poco importantes, y que sólo después entendí en su justa medida. No seáis tan tontos como nosotros fuimos entonces, y escuchadme dos minutos.

¡No nos hemos reunido aquí para despediros! Vosotros no os vais, porque algo vuestro quedará para siempre entre estos muros y en esta comunidad. Entrasteis aquí siendo niños y salís siendo hombres y mujeres.

No penséis que ese viaje a la edad adulta no ha tenido su precio, ni que la cosa acaba aquí: vuestros recuerdos, vuestras ilusiones, vuestras desilusiones, están aquí y aquí se quedan. Esta será siempre vuestra segunda familia, vuestro hogar. Y aunque tardéis en volver, vuestra memoria y vuestro espíritu volverán una y otra vez a estos años. Y a este día.

Nada de tristes adioses.

Aquí habéis aprendido muchas cosas, útiles e inútiles, en las aulas y en el patio. No os preguntéis ahora por la utilidad de las cosas, porque lo que hoy os parece estéril será lo que más haya calado en vosotros.

Aquí, sobre todo, habéis crecido, os habéis formado. Cuando volváis la vista atrás encontraréis en vosotros el fruto de tantas cosas que no era inútiles –el latín, el griego, las matemáticas, la buena educación y los buenos modales, la historia y hasta la geografía-. Dejáis aquí con nosotros el niño que fuisteis, y sabemos que no lo olvidaréis.

No os despedimos. Celebramos sólo un hito en vuestra vida, un punto y aparte en vuestros estudios. Ahí fuera, el mundo os espera, y os vais a enfrentar a él con lo que aquí hayáis recibido.

La parte del mundo que conocéis es feliz, aunque no siempre os lo haya parecido. Pero el mundo de 2004 es duro, y las cosas no van a ser fáciles en este siglo que os pertenece. Ahí fuera tendréis ocasión, el resto de vuestras vidas, de demostrar con los hechos qué ha dejado en vosotros el Instituto “Marqués de Villena”. Si habéis crecido bien, como creemos, si os habéis formado además de informaros, esta comunidad educativa habrá cumplido su misión.

Cuando salgáis fuera de esta casa, veréis que hay cosas más importantes que un buen expediente o que un título de Bachiller. El mundo de hoy y de mañana, la España de hoy y de mañana, señores bachilleres, no quieren títulos, sino que exigen personas íntegras.

Vuestras familias, vuestros pueblos, Navarra, España y nuestra civilización necesitan hoy y van a necesitar mañana –aún más- hombres y mujeres formados, sólidos, fuertes, justos y generosos. Si salís de aquí con estas virtudes podéis estar contentos, y podéis estar seguros de responder a las esperanzas que hoy se depositan en vosotros.

¡Ha llegado vuestra hora! Mereced ese mañana que empieza hoy y que os pertenece. Sed buenos, sobre todo. Muchas gracias.

Pascual Tamburri

https://iesmarcilla.educacion.navarra.es/menu/codigo/historia_del_centro/junio_04_tamburri.htm