Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de junio de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
No es fácil decir que Zapatero ha fracasado en la negociación y pedir luego que se apruebe su resultado. Ni explicar por qué el interés de España está en peligro y hacer luego campaña a favor.
España tiene una relación histórica compleja con los procesos plebiscitarios y referendarios. Ni siquiera hay universal acuerdo sobre la palabra para designar el hecho, que antes para la derecha -más ilustrada- formaba rigurosamente su plural en «a», referenda latinizantes, para la izquierda -más limitada- derivaba el improbables «referendums» y ha quedado en un centrista «referendos».
Derechas e izquierdas han tenido problemas con este asunto, y no precisamente léxicos. Franquismo aparte -porque, recuérdese, los españoles votaron «sí» o «no» varias veces durante el franquismo- nuestra actual democracia parlamentaria nace de una reforma plebiscitada de las Leyes Fundamentales del pasado régimen, en 1976; y los noes fueron tanto de la extrema izquierda como de la extrema derecha. Hubo también noes el 6 de diciembre de 1978, tanto de rupturistas marxistas como de separatistas periféricos, y también algunos a título de advertencia sobre zonas grises que hoy vuelven a la luz (el derecho a la vida o el futuro de Navarra, por ejemplo).
Y hubo, aunque la clase política prefiera olvidarlo, un referendo en 1986 sobre la adhesión de España a la OTAN. Felipe González llegó al poder prometiendo un plebiscito para sacar a España de la organización, y terminó convocándolo para dejarnos dentro, en las peores y más humillantes condiciones posibles, eso sí. El PSOE consiguió el «sí» mayoritario, pero dejó bastantes pelos en la gatera; aunque nada comparable a Alianza Popular, que en su celo atlantista no supo qué partido tomar y terminó por perder puntos en una apuesta que debió ser victoriosa.
Zapatero sabe que él no va a tener los problemas de González, y que en España la mal llamada constitución europea no va a ser leída, y que el «sí» vencerá como siempre ha vencido desde la Guerra Civil. La pelota, más bien, está en el tejado de Rajoy.
Mariano Rajoy debe medir bien sus decisiones y sus palabras. Pedir el «no» sería políticamente incorrecto, y supondría una apuesta muy fuerte frente a la tradición de los resultados en consultas similares. Pedir la abstención o el voto en blanco sería repetir el error de Manuel Fraga. Pedir el sí tiene el riesgo evidente de apoyar a Zapatero y al PSOE. Si el PP pide el sí, tendrá que explicarlo, porque no es fácil decir que Zapatero ha fracasado en la negociación y pedir luego que se apruebe el resultado de esa negociación; o explicar por qué el interés de España está en peligro y hacer después la campaña del sí.
Tal vez lo mejor que pueda hacer el PP es tomar sus decisiones sin pensar en qué compañeros vaya a tener en la campaña; y sobre todo decir la verdad a los españoles, aunque la verdad sea dura y duela.
Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de junio de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.