Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de junio de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
El hombre y la mujer que se definen como progresistas y de izquierdas, que son unos tipos modernos y al día, pueden decidir de qué se habla y no. Especialmente en temas sociosexuales, tan caros al PSOE.
El hombre (y la mujer) que se definen como progresistas y de izquierdas, que son unos tipos modernos y al día, pueden decidir de qué se habla y no. Porque la primera norma del «progresismo» ideológico es que decide qué temas de debate social son dignos de discusión, y cuáles no. Y más aún, pueden decidir, antes de empezar a hablar, qué es moderno y aceptable y qué no lo es.
Llevados estos principios a la política sociosexual del PSOE en mayoría minoritaria, las cosas suceden de tal manera que, por ejemplo, el hombre (o la mujer) progresista ya sabe que los niños antes de nacer no tienen derechos; y en consecuencia todo debate con uno de ellos sólo puede terminar en nuestra conversión a la verdadera fe -políticamente correcta y «progre» como él-.
Esto, que la izquierda hace ahora con la «política sexual» zapaterista que se nos avecina y se prepara en tertulias, medios de comunicación y debates, es lo que la izquierda ha hecho durante décadas: delimitar a su gusto el debate público, delimitar tanto los temas de que se habla, como el lenguaje que se puede emplear, qué está bien y qué no. Lo ha hecho, por supuesto, con casi todos los temas, y demasiado a menudo el centro y la derecha se han dejado engañar.
¿Qué significa dejarse engañar en algo así? Simplemente, aceptar esos privilegios de partida de la izquierda. Y así, la derecha suele aspirar a hacerse perdonar por parte de la izquierda el hecho de que es derecha.
Novatos en política o gentes con complejos, en la derecha, llegan a dar por buenas las ideas básicas de la izquierda (en un caso concreto de total actualidad, que el embrión no es un ser humano, que no tiene derechos, o que un ser humano puede decidir por su conveniencia sobre la vida de otro) con tal de que no les dejen demasiado a menudo en evidencia por no ser «políticamente correctos».
La sumisión a la izquierda, sin embargo, a largo plazo es una catástrofe para los partidos como el PP, nacidos del humanismo cristiano. Frente a la corrección política, y especialmente entre los jóvenes, hace falta lo que empieza a verse: rebeldía, no sumisión. Es mucho lo que nos jugamos todos los españoles, sin distinción de izquierdas o derechas.
Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de junio de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.