Otra reforma constitucional es posible

Por Pascual Tamburri Bariain, 3 de agosto de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

Tal vez Zapatero tenga que aceptar las sugerencias del PP, y especialmente las de los navarros, y tal vez un mal termine generando un bien. Para todos los españoles.

Zapatero prosigue, en medio del sopor de la canícula, con la aplicación de su programa electoral. Descartados por los «poderes fuertes» los cambios económicos y sociales, al PSOE sólo le quedan tres cosas para demostrar que gobierna España: la política sexual, la descomposición regional y la demagogia. A la primera se aplican con esmero los y las legisladores y legisladoras de Ferraz y de Gobelas; las dos segundas tratarán de conformar, sin alguien no lo remedia, un intento sin precedentes de reforma constitucional.

Zapatero quiere contentar a los suyos con una reforma constitucional; y bien, sea. El problema es decir cuál ha de ser. Una reforma constitucional que afectase al núcleo mismo de la convivencia nacional no sería tal reforma, sino de hecho un nuevo proceso constituyente, que para bien o para mal pondría en discusión todo nuestro actual régimen político. Hay quien lo desea, pero es dudoso que sean mayoría.

El PSOE quiere, más prudentemente, un «retoque» constitucional, que permita a Zapatero dar por cumplidas sus promesas pero que impida un caos generalizado. Esto es incompatible con las asimetrías radicales que exige Ibarretxe, y también con lo que pide Maragall. Satisfacer a éstos implicaría consecuencias imprevisibles, que bien podrían no agradar mucho a ninguno de ellos.

Otra opción, seguramente la más sensata, es no reformar la Constitución. Zapatero siempre podría decir que la oposición del PP lo ha hecho imposible, y todos contentos. Pero, si el PP quiere, las promesas demagógicas de Zapatero pueden llevar a ligeros y adecuados retoques al texto de 1978. Otra reforma constitucional es posible, en muchos sentidos.

Por ejemplo, en el propuesto por el presidente de Navarra, Miguel Sanz. Tal vez sea el momento de liberar a Navarra del peaje que la UCD quiso pagar al nacionalismo vasco, y suprimir la hipoteca anexionista de la Transitoria 4ª, o de crear un mecanismo general para la fusión y supresión de Comunidades (cosa que, tal vez inútil para los navarros, podría no serlo para cántabros y riojanos). Tal vez Zapatero tenga que aceptar, y tal vez un mal termine generando un bien.

Por Pascual Tamburri Bariain, 3 de agosto de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.