Por Pascual Tamburri Bariain, 9 de agosto de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
José María Aznar no preside el Gobierno de España, pues renunció a optar a un nuevo mandato cuando todo hacía prever que lo obtendría. Fuera ya de los cargos de responsabilidad política, Aznar sigue siendo un ciudadano español, libre de hacer y decir lo que quiera dentro del respeto a las leyes vigentes. No está de más recordarlo, porque, por distintos lados, apuntan inaceptables intentos de limitar las libertades de este hombre.
Un hombre, desde luego, absolutamente único y singular. Él creó un centro derecha vencedor, y lo llevó a la victoria, y trató -con aciertos y con errores, pero con un balance enormemente positivo- de rectificar el rumbo de España en el siglo XXI. Olvidar sus méritos y ocultar sus capacidades puede ser deseo de hombres pequeños y consecuencia de intereses mezquinos; pero ni es aceptable en democracia, ni por cierto es ése el interés del Partido Popular.
José María Aznar ha sido invitado por el presidente de Estados Unidos a pronunciar un discurso en la convención republicana que le proclamará candidato a la reelección. Es un honor sin precedentes para un hombre de Estado español, y es el fruto de la política de España en los últimos años. Podría representar, como la tan criticada foto de las Azores, un punto final al aislamiento y a la decadencia de España.
Vociferan sin piedad contra esa invitación a Aznar quienes, nostálgicos de la España pequeña, aislada y decadente, jamás podrían recibir una invitación semejante. Aúlla la extrema derecha, empecinada en un antiamericanismo estrábico y en una paradójica devoción neofranquista al mundo musulmán. Truena la extrema izquierda, nostálgica de otros congresos y convenciones en Moscú y en Pekín. Envidia, sin duda, el PSOE, que desde la izquierda conduce ahora España a la sumisión a la Europa mercantil y miserable.
Aznar tiene derecho a decidir qué hacer con su vida. Con su vida privada, y también con su vida pública. Ni la izquierda, ni la extrema izquierda, ni mucho menos la extrema derecha deben determinar qué es políticamente correcto en la vida de Aznar y del PP. Y no debe temer el PP las decisiones de Aznar: él sabe -y no todos recuerdan- que una posición centrada es cuestión de formas y de vías, pero que no consiste en renunciar a las propias convicciones. Que España y el PP tienen que tener un gran papel en la vida internacional, y que esa vida tiene hoy su centro en Estados Unidos, son hechos que la actitud de Aznar recuerda eficazmente. Que nadie pierda de vista a este hombre.
Por Antonio Martín Beaumont y Pascual Tamburri Bariain
Por Pascual Tamburri Bariain, 9 de agosto de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.