Por Pascual Tamburri Bariain, 26 de agosto de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
Cuando el efecto llamada se consolida, cuando la inmigración ilegal masiva se sale de control, y cuando enteras zonas y barrios de nuestro país viven fuera de Europa y de la democracia, ¿es demasiado tarde?
Cuando el efecto llamada se consolide, cuando la inmigración ilegal masiva se salga totalmente de control, y cuando los políticos reconozcan por fin que enteras zonas y barrios de nuestro país viven ya fuera de Europa y de la democracia, será demasiado tarde. La identidad de España habrá cambiado radicalmente, y no habrá sido por una evolución natural, sino por una imposición ideológica, minoritaria, aliada con una indiferencia cuidadosamente cultivada, mayoritaria.
¿Qué pasará entonces? El futuro es difícil de prever a largo plazo, pero no estamos hablando de largos plazos, sino de la ¿España? que viviremos en nuestra vejez y que heredarán nuestros hijos. Una España nominalmente en la Unión Europea, pero cuya población y cuya cultura serán cada vez menos europeas y cada vez más indiferentes, más imbuidas de una determinada visión del mundo -materialista, hedonista e inmanentista, es decir, no española- que personas como nuestros actuales gobernantes encarnan a la perfección.
Hay, sobre ese punto de no retorno en nuestro futuro (el momento a partir del cual la vieja España habrá muerto, y perderán todo sentido incluso los nacionalismos disgregadores), dos escuelas de pensamiento. Algunos creen, como Jordi Pujol, que el mestizaje masivo destruirá nuestra identidad y hará estéril todo patriotismo y todo sacrificio por la comunidad, ya que nosotros mismos, sin pertenecer realmente a una comunidad viva, no tendremos nada que defender más allá de nuestra existencia individual. No sólo es la opinión de Pujol, sino que ha encontrado distintas expresiones literarias, de las que tal vez la más descarnada sea la de Jean Raspail.
Pero en la literatura, española, reciente y de la máxima calidad, encontramos también otra posible respuesta. José Javier Esparza, frente a quienes piensan como Pujol, deja más espacio para el futuro y para la esperanza. Es posible que lo pero suceda, pero aún así habrá quien viva entre las ruinas de nuestro presente y defienda valores, y lo haga al servicio del pueblo español, por anulada que esté la voluntad de éste. Esparza, como ya antes D.H Lawrence, afirma que por grande que sea el cataclismo que sobrevenga en nuestro tiempo, por grande que sea la torpeza de quien nos gobierna y por espantosas que sean sus consecuencias, los obstáculos pueden rodearse y superarse, se puede vivir entre las ruinas.
No obstante, tanto si tiene razón Pujol como si acierta Esparza, conviene recordar a nuestros políticos que nada es inevitable, que los españoles no desean más inmigración, que las leyes están para ser cumplidas, y quien desafíe la voluntad profunda del pueblo tendrá que afrontar, antes o después, la cólera de la historia. Que tome buena nota Zapatero en su baño de estulta demagogia paleoprogresista.
Por Pascual Tamburri Bariain, 26 de agosto de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.