Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de agosto de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
Se corre el riesgo de separar más que unir, de confundir las formas con los contenidos, y, en definitiva, de intentar resucitar una UCD. En el proyecto del PP ha de caber todo el centro derecha, sin imposiciones.
El pasado lunes Alberto Ruiz Gallardón estuvo en Pamplona, como invitado central de los cursos de verano de Unión del Pueblo Navarro. Esta presencia forma parte de la amplia campaña que el Alcalde de Madrid desarrolla para cultivar su imagen y para difundir su mensaje.
Es legítimo que así lo haga, pero también lo es recordar cuál es ese mensaje: que el PP no puede hacer nada sin Gallardón, que es el único garante de su centrismo, que es el único intérprete posible de dicho centrismo, que se afirma como panacea de todos los males electorales.
Piqué y Gallardón -y no son los únicos- plantean elegantemente la oportunidad de olvidar a Aznar, lo cual podrá ser opinable, pero ciertamente es desleal para con una persona a la que deben mucho (en el caso del alcalde) y todo (en el caso del catalán). La deslealtad es, así, un valor esencial de la hipotética ideología centrista.
Pero se está olvidando, por todas las partes, algo esencial, y es que el mensaje de un reformismo de talante centrista no es invención de Piqué, ni de Gallardón, sino de José María Aznar y de Manuel Fraga. Como dice Gallardón, los talantes, las formas, son esenciales para definir ese proyecto; pero como Aznar ha recordado a menudo la esencia de las cosas es la que es y por definición no debe cambiar.
Intentar cambiarla conduce a rumbos erráticos que a muchos recuerdan a Hernández Mancha. En efecto, como Piqué y Gallardón recuerdan, hay que sumar y no restar, y los debates internos pueden ser buenos. Pero no es seguro que configurar un partido monolítico de pensamiento único sea bueno para el PP; ni es demasiado presentable que ese pensamiento único sea, precisamente, el de la corrección política progresista definida por los medios de PRISA, encarnada en la izquierda y admirada por Gallardón y sus gentes.
Se corre el riesgo de separar más que unir, de confundir las formas con los contenidos, y, en definitiva, de intentar resucitar una UCD afortunadamente muerta y enterrada. Sin las personas dispuestas a defender valores fuertes con formas moderadas y a hacerlo en las circunstancias más adversas el paso del PP por la oposición será largo y tendrá como primera consecuencia el vaciamiento ideológico, preludio del vaciamiento de las filas y de las urnas. Eso sí, con mucho talante y con grandes palmadas en la espalda recibidas de los adversarios de hoy y de siempre.
El centrismo uniformista, como única corriente de ¿pensamiento? nada tiene que ver con el centrismo reformista moderado en las actitudes pero consecuente en las tareas. Es, por supuesto, un modelo legal, pero no es un buen modelo para nadie, y menos si sirve de trampolín personal a quien o quienes no se sabe aún realmente qué creen. Pero sí se sabe qué quieren, y qué precio desean pagar.
Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de agosto de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.