Por Pascual Tamburri, 24 de septiembre de 2004.
Pascual Tamburri reflexiona en este artículo sobre la proyección del eje Berlín-París-Madrid, al que vaticina un futuro poco prometedor.
Un archipiélago injustamente olvidado en el Atlántico Central da nombre a nuestros anticiclones y borrascas. También ha dado nombre a las peores pesadillas de una parte de nuestros políticos, desde que el anterior presidente del Gobierno español asumió, por primera vez en siglos, una posición destacada en el conjunto de las naciones.
Frente al trío de las Azores –que con el anfitrión era cuarteto, y que no cabía imaginar más dispar en estilos y orígenes- algunos plantean la imagen cuidadosamente maquillada del trío reunido la pasada semana en Madrid. Zapatero, Chirac y Schröder como alternativa a Aznar, Bush y Blair. Y, en realidad, hay diferencias importantes entre las dos fotos, aunque tal vez no sean las que la mayor parte de los intérpretes ha considerado válidas.
En las Azores se reunieron los líderes de tres países con dos objetivos comunes: defender ante todo su interés nacional –cada uno el suyo-, y hacerlo enfrentándose genéricamente al terrorismo islamista y concretamente al régimen dictatorial de Sadam Hussein. Estas intenciones pueden merecer uno u otro juicio, pero no cabe duda de que no había otras.
En Madrid se han reunido los líderes de tres países con dos objetivos en común, pero diferentes de los anteriores: los presidentes alemán, francés y español quieren ante todo reforzar sus delicadísimas y muy débiles posiciones internas, y su foto responde a esa meta común. Común es también el resentimiento contra Estados Unidos, la única potencia mundial hoy para frustración de alguno de los presentes, y la única potencia capaz de combatir con éxito guerras en los cinco continentes en defensa de sus intereses.
Común sólo a Chirac y a Schröder es, en cambio, la defensa –a su manera- de los intereses nacionales de sus países, en Europa y fuera de ella. Zapatero es el único de esa foto que antepone pías consideraciones como la paz mundial, la no violencia o la lucha contra el hambre y las desigualdades a los intereses de su país. Y España esta servida.
España consiguió en las Azores una imagen de prestigio y de vigor, y tuvo la puerta abierta para un giro internacional de proporciones desconocidas. Desconocidas porque los enemigos de España y de la civilización cristiana –dentro y fuera de nuestras fronteras- anularon con una masacre los efectos de ese giro. Y la cumbre de Madrid, signo externo del sometimiento de España, es el fruto del 11 M.
¿Qué gana España con la Francia decadente del presidente derechista votado sólo por la izquierda y con la Alemania dividida de un canciller al que ninguna encuesta salva? Es una pregunta legítima. Al menos, en las Azores, el riesgo era grande pero el horizonte ilimitado. Con el nuevo rumbo el riesgo es idéntico –pregúntesele a Putin- y los frutos nulos.
Pascual Tamburri
El Diario Exterior, 24 de septiembre de 2004.
https://www.eldiarioexterior.com/los-tres-de-madrid-1813.htm