Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de septiembre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
Hay límites que no se pueden rebasar, que son los dados por la naturaleza y por la libertad. No se puede dar a una pareja homosexual lo que por naturaleza jamás pudo tener. Y debe seguir siendo libre la opinión crítica sobre el hecho mismo de las parejas homosexuales, pensando en el futuro de la sociedad.
Todas las religiones atribuyen al hombre o a los dioses el don esencial de la palabra. Es decir, para empezar, el nombrar las cosas, el darles nombre, el delimitar los conceptos. Nadie en su sano juicio llama perro a un gato ni gato a un perro, ni la naturaleza hace posible un concepto intermedio. Y esto no supone ofender ni a los perros ni a los gatos, ambos partes de la realidad natural.
Sucede lo mismo con el matrimonio, aunque la corrección política progresista vaya por otro lado. Un matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, abierta la creación de una familia. No importa en qué diccionario se busque, la palabra tiene ese contenido y no puede tener otro. Por definición, una unión entre dos personas del mismo sexo no puede fundar una familia, por la razón bastante evidente de que es una unión naturalmente estéril. Esto es constatar un hecho, no negar ningún derecho.
En realidad, la opinión de la Iglesia Católica y la propuesta del Partido Popular (el gran perjudicado ante los medios, en su Congreso Nacional, por esta «ofensiva sexual» de Zapatero) sobre el tema vienen a coincidir en lo sustancial: que se reconozca a las personas homosexuales una plena dignidad y los mismos derechos que a todos los ciudadanos. Y que se reconozcan a sus uniones afectivas, si es necesario, los mismos derechos que a las demás parejas de hecho. Incluso que tales derechos se amplíen, hasta tener los mismos efectos prácticos que el matrimonio, si tal es la voluntad de los españoles, y sin que esto suponga ni un estímulo, ni un aplauso.
Pero hay dos límites que no se pueden rebasar, que son los dados por la naturaleza y por la libertad. No se puede dar a una pareja homosexual lo que por naturaleza no puede tener ni jamás pudo tener; nunca pudieron concebir hijos, y en consecuencia no están en posición natural de adoptar los hijos de los demás. Y la libertad: porque debe seguir siendo libre la opinión sobre el hecho mismo de las parejas homosexuales, y también la opinión, ahora políticamente incorrecta, de que esta realidad de nuestra sociedad no es buena para el futuro de la misma.
El respeto por la dignidad de las otras personas no puede hacer que los españoles y españolas renieguen de su conciencia. La propuesta del PP es sensata y realista, y salva lo esencial de la situación; pero Eduardo Zaplana debe cuidar más las formas, y mostrar menos complejos en este y en otros temas, ya que no puede ocultarse que, aunque se evitase un mal objetivo para los niños dados en adopción (que tienen derecho a una familia con padre y madre), habría que recordar que la proliferación de las uniones egoístas e infértiles es mala para el país que nuestros hijos heredarán. Los perros son perros, los gatos son gatos.
Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de septiembre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.