Políticamente incorrecto: Ramiro I en la Plaza de Oriente

Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de octubre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

A pesar de los resultados del Congreso del PP de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón sigue siendo, que se sepa, Alcalde de la Villa y Corte. Cuando uno va sólo de tarde en tarde a la capital se sorprende de la cantidad de obras públicas en ejecución y de lo mucho que molestan a los madrileños, pero la magnificencia en los gestos compensa todo. Aunque yo no querría, por ejemplo, trasladar mi sede de la Plaza de la Villa a Cibeles, tal vez porque creo que es más importante ser (y hacer) que parecer. El edificio moderno de Correos no puede igualar, en mi opinión de historiador de provincias, al edificio tradicional frente a la Torre de los Lujanes.

Pero, en fin, Alberto Ruiz-Gallardón es Alcalde de Madrid, y es un poco alcalde de todos los españoles. Puede gustar o no su estilo, pero tiene plena legitimidad para hacer y para deshacer. Confieso que, de haber sido madrileño, seguramente yo también le habría votado, porque recuerdo con ternura cuáles eran las opciones alternativas. También habría votado, antes, qué duda cabe, a José María Álvarez del Manzano. No dejaría de advertir, especialmente en el primer caso, que el voto sería más para el partido y sus principios esenciales que para la persona, pero lo cierto es que Gallardón es «mi» Alcalde, de alguna extraña manera.

Como su leal administrado, aunque sea a título temporal, quiero sugerirle algo que tal vez él, con su apretada agenda de partido y de municipio, no haya podido advertir. Paseando ante la fachada principal del Palacio Real, particularmente espléndido desde la peatonalización de la calle Bailén, es posible disfrutar de notables ejemplos de escultura española. Prescindamos, por supuesto, del magnífico Felipe IV a caballo, tan italiano, acabado y admirable. Volvamos la vista a los humildes restos de la serie escultórica de los Reyes de España, en mármol, labrados para el propio Palacio, nunca ubicados por completo en él, y en parte dispersos en la Plaza y en otras ciudades, como Pamplona y Oviedo.

Son trabajos notables, de tardío gusto barroco, pensados para ser colocados en alturas y para ser vistos a distancia. Son parte de un programa ideológico de los primeros Borbones: España como síntesis de todos sus Reyes. Un trabajo históricamente interesante y artísticamente importante.

Pero don Alberto no pasea por la Plaza de Oriente. No lo hace, porque de hacerlo habría visto estas esculturas. Y entre ellas, cerca ya del Teatro Real, la que corresponde a Ramiro I, un rey más o menos oscuro del siglo IX. ¿Uno más? A grandes rasgos sí, nada especialísimo distingue su reinado. Pero sí su escultura.

Por alguna razón, el escultor labró a Ramiro I en veste de guerrero -como los demás- pero, ay, añadió junto a su pie izquierdo una cabeza seccionada. Degollada. Una cabeza de moro, como se decía antes de la corrección política. Bueno, pues una cabeza de norteafricano, o de musulmán, o como se quiera decir. En fin, algo muy comprensible en un rey español de la época, pero algo intolerable en la retórica de las Tres Culturas Siempre Hermanadas, y en la dinámica del respeto unilateral y acomplejado. Algo que un Alcalde como el nuestro puede corregir, si lo desea.

Brindo al Alcalde la ocasión de un gesto magnífico. Un acto solemne de retirada de la estatua, o al menos de piadosa retirada de la cabeza degollada de nuestro hermano agareno. Un acto retransmitido conjuntamente por TVE 1 y por Canal + (en abierto), con comentarios de Fernando G. Delgado. Un acto de desagravio al que se invite a todos los embajadores de los países musulmanes (por supuesto, sin representantes saharauis o iraquíes). La estatua puede ser almacenada y sustituida por una del conde don Julián, o tal vez por una de Tarik ben Ziyad o de Almanzor (él sí, modelo de tolerancia). Un discurso denso, elevado y tolerante del Alcalde sería el broche necesario. Y al día siguiente un editorial de «El País» (o tal vez incluso de «El Mundo») alabaría la conducta ejemplar y políticamente correcta de este representante del PP, injustamente postergado.

Personalmente agradecería a los medios de comunicación citados, y por supuesto al Alcalde, que en el resumen de prensa del acto se incluya, para quienes tenemos que explicar la historia del país a los españoles más jóvenes, qué hay que decir de la Reconquista. Porque incluso la misma palabra es sospechosa, y deberíamos buscar otra más adecuada. Puede hacerlo el mismo Alcalde, y tal vez encontremos un amplio consenso en torno a «Ocho Siglos de Convivencia Entre Españoles de Distintas Religiones». Espero noticias.

Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de octubre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.