El PSOE sufre la tentación del nacionalismo vasco

Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de octubre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

Algunos de los barones del PSOE construyen relaciones privilegiadas con los independentistas más radicales, tanto por razones de poder en Madrid como por componendas locales y autonómicas. El talante pone en riesgo el futuro del país.

El partido de José Luis Rodríguez Zapatero es, incluso jurídicamente, una federación de partidos regionales. Este hecho, que importa no perder de vista, adquiere toda su importancia en la actual situación de minoría social y parlamentaria desde la que Zapatero trata de gobernar España. Cada uno de sus barones trata de caminar en su propia dirección, y algunos de ellos construyen relaciones privilegiadas con los independentistas más radicales, necesarios tanto por razones de poder en Madrid como por componendas locales y autonómicas.

El caso más evidente es el de Pasqual Maragall respecto al nacionalismo catalán, tan evidente en la cuestión presupuestaria y en tantas otras. Pero en la semana que termina ha sido de nuevo el nacionalismo vasco el que ha dado el tono de los peligros que desde ese lado acechan a nuestra convivencia democrática.

El secretario general del Partido Socialista de Navarra, Carlos Chivite, está cometiendo el mismo error que su antecesor Juan José Lizarbe al echarse en los brazos de los nacionalistas vascos y aceptar «de manera abierta, descarada y sin disimulos el apoyo de Aralar y EA». Los calificativos de la situación proceden del secretario general de Unión del Pueblo Navarro, Alberto Catalán; pero nadie puede discutir que los hechos son así.

Chivite desplazó a Lizarbe, en una de tantas pugnas tribales del PSOE que TVE no recoge, entre otras cosas sugiriendo su mayor lealtad al modelo constitucional y foral de Navarra. Sin embargo, no es cuestión de personas: el socialismo vasco y navarro, estructuralmente, está orientado a pactar con el nacionalismo independentista, porque es la manera más fácil de volver a «pisar moqueta».

EL PSOE mantiene en Navarra los acuerdos con los independentistas en los ayuntamientos en los que ha necesitado sus votos para hacerse con la alcaldía. Por la misma razón, si un día el Gobierno de Navarra o Ajuria Enea resultasen accesibles con votos nacionalistas, casi ningún PSOE de los existentes se negaría al acuerdo. Hay en esto importantes excepciones personales, pero ninguna gran corriente discrepante, al menos en apariencia.

Además, especialmente en Navarra, el interlocutor privilegiado del PSOE, en conversaciones que ya se han hecho públicas, es el Aralar de Patxi Zabaleta. Bueno es que Zabaleta haya renunciado tácticamente a apoyar el terrorismo, pero eso no resta una coma a su discurso radical e independentista, muy similar por lo demás al de ERC en Cataluña. ¿Qué precio espera cobrar el PSOE?

Algo de eso empieza a verse ya en Navarra. Los acusados de corrupción del «caso Otano», en el que el cobro demostrado de doscientos millones en comisiones determinó la caída de un Gobierno de coalición entre PSOE y nacionalistas, han sido absueltos por un tecnicismo. Estos «tecnicismos» marcan el rumbo que algunos desean imponer a la vida política vasca y navarra, como ha demostrado el portavoz del PP, Santiago Abascal, a propósito de las subvenciones que se dan a los familiares de ETA y se niegan a los familiares de sus víctimas. Un caso de talante muy preocupante para el futuro.

Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de octubre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.