Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de octubre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
Han sido detenidas y puestas a disposición judicial las personas que obtuvieron y publicaron las imágenes de la masacre del 11 de marzo en Madrid. Como es ya sabido, no se trataba de las fotografías ampliamente divulgadas por la prensa, sino de una serie de imágenes especialmente macabras obtenidas por tres personas vinculadas a las ambulancias. Estas fotografías se habían publicado en Internet a través de un servidor norteamericano.
Las imágenes macabras del 11M no sólo violan la intimidad de las víctimas y de sus familiares: su divulgación ha constituido un acto de colaboración con el terrorismo islamista. El terror del siglo XXI es, sobre todo, audiovisual.
Las Fuerzas de Seguridad Españolas, ante la violación de la intimidad de las víctimas y de sus familias, dispusieron que la página no pudiese ser vista desde España. A continuación, la investigación española y la colaboración desde Estados Unidos han permitido la identificación de los responsables y la retirada de las imágenes de la red.
Este suceso abre tres vías de reflexión esenciales para las sociedades democráticas de nuestro tiempo. En primer lugar, ¿hay límites a la libertad de expresión? ¿Y cuáles son si existen? En segundo lugar, ¿puede el terrorismo servirse de la voracidad de datos e imágenes de las naciones occidentales para generar una nueva forma de atentado, o un impacto exponencialmente creciente de los atentados? En tercer lugar, por último, ¿está España preparada para enfrentarse a ese nuevo entorno terrorista, en el que los medios de comunicación tiene más importancia que las armas y los explosivos?
Las respuestas son complejas. El equilibrio entre la seguridad y la libertad ya preocupaba a los padres de nuestro liberalismo. Hoy, para nuestra desgracia, nuestra civilización tiene enemigos que, sin compartir sus principios esenciales, son capaces de poseer y gestionar su tecnología y su cultura de la imagen. Lo único cierto, a día de hoy, es que la libertad de los españoles no puede ser puesta en riesgo por un abuso en una libertad individual por parte de unos desaprensivos. No se trata sólo de la perversidad intrínseca de su acción: ésta colabora además con las metas desestabilizadoras del terrorismo islámico. No es tanto por un atentado a la intimidad o por una violación del deber profesional por lo que deben ser juzgados: se ha tratado de una colaboración con los enemigos armados del Estado.
Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de octubre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.