El deporte de la LOGSE

Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de noviembre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

Érase una vez el deporte. Es decir, un producto muy peculiar de la cultura occidental, un refinamiento derivado tanto de la tradición clásica como de la vida caballeresca. Una exquisitez de las clases privilegiadas. Pero en el siglo XX las cosas cambiaron. La desaparición de los privilegios aristocráticos implicó también la igualación en derechos y en deberes. Y fue, sin duda, una conquista, un hecho positivo.

La salud física se hizo en los países occidentales una realidad popular. Los españoles conocieron el fútbol, el esquí, el montañismo y el rugby, por ejemplo, que habían sido minoritarios y se hicieron masivos. La juventud abrazó la moda, y España, en eso al menos, se hizo mejor. Poco a poco, y de manera natural y sana, el deporte adquirió matices de espectáculo. Y tampoco fue algo malo, porque la admiración por los más altos, los más rápidos, los más fuertes, es algo natural.

De manera menos sana, la televisión y los intereses mercantiles convirtieron el deporte en un gran negocio. El esfuerzo, la voluntad y la disciplina dejaron de ser lo esencial. Y en las gradas empezaron a verse espectáculos antideportivos; no sólo los insultos y las bajezas, sino también el alcohol y la presencia de personas y de actitudes indignas. No obstante, el balance era aún positivo: millones de españoles practicaban un deporte, o lo respetaban y admiraban.

Y luego llegó la generación de la LOGSE. El deporte es un dogma. No declararse deportista es una herejía. Como lo es no ser espectador de deportes, no ser hincha y televidente de uno de los grandes equipos de fútbol. El hombre de la LOGSE puede hacer deporte, o no, pero en todo caso se presume que sí. Se emplean instrumentos de deporte en cualquier momento: el chándal para ir a clase, calzado deportivo en cualquier circunstancia, bebidas específicas para deportistas por doquier. Poco importa que ese calzado o esas bebidas, en la madrugada de una discoteca, tengan poco sentido: el deporte LOGSE es una fe que no admite disidentes.

Admiremos un típico ejemplar semiadolescente en una grada de estadio: tejanos ajustados, zapatillas de deporte con las que nunca ha hecho deporte. Bufanda con los colores de su equipo, que nunca le abrigará. Camiseta reglamentaria del equipo, de precio mayor que su utilidad. Gorra, pins, anillos y quincallería alegórica, tal vez incluso con referencia a algún extremismo político que no entiende y que nada tiene que ver. Ha bebido, mucho. Tal vez ha fumado lo que no debía. En todo caso, puede fumar, y está ronco de gritar. ¿Para animar al equipo? Ni siquiera. Para insultar a otros deportistas de la LOGSE como él.

Tirso Lacalle

Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de noviembre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.