Europa no es un concepto geográfico, y se demostrará en la ONU

Por Pascual Tamburri, 23 de diciembre de 2004.

El debate sobre la Constitución europea, la posible ampliación de la UE a
Turquía, la deseable apertura de Rusia a Europa, las relaciones transatlánticas,
el futuro de la ONU y nuestro propio papel en el mundo: todos los temas que hoy
se debaten en el escenario internacional fuerzan a España a definir su propio
rol.

El debate sobre la Constitución europea, la posible ampliación de la UE a Turquía, la deseable apertura de Rusia a Europa, las relaciones transatlánticas, el futuro de la ONU y nuestro propio papel en el mundo: todos los temas que hoy se debaten en el escenario internacional fuerzan a España a definir su propio rol. Lo que equivale, a finales de 2004, a que España defina qué es Europa, o en qué Europa cree.

Si Europa fuese un mercado sólo habría que evaluar cifras para aceptar o rechazar formas institucionales y adhesiones; y nadie rechazaría un mercado joven como el turco. Si Europa fuese una realidad física habría que buscar una frontera oriental, cosa harto difícil, y nadie podría negar la condición de europeos al menos a una parte de los turcos. Pero ¿un cadí otomano de Estambul es más europeo que un canadiense de Terranova o que un ovejero de Australia?

Europa es una realidad cultural; en cierto momento y en cierta medida coincidieron la geografía física y la humana, pero no ahora. Y la Unión Europea –si desea ser algo más que un mercado- debe pensar más en los hombres y las mujeres que en los ríos, los mares y las montañas.

Este asunto ya se ha tratado ampliamente en Eldiarioexterior.com. Y en definitiva no se puede negar seriamente que ese europeísmo centrado y hasta apasionado es compatible con una defensa cerrada del interés nacional de España. Porque una cosa lleva a la otra: no habrá verdadero europeísmo sin satisfacción de las exigencias de cada viejo país. Como ha dicho en tono humorístico Mariano Rajoy, «Está muy bien esto del eje franco-alemán, los abrazos y las fotos, pero si todo esto al final te cuesta seis o siete billones de pesetas en tu presupuesto, vamos a tener un problema muy serio».

Y es que es un falso europeísmo el que consista en ceder sistemáticamente ante los intereses ajenos. Europa somos todos, no sólo Francia o Alemania, y de hecho en estos días se está viendo un ejemplo nítido en las Naciones Unidas.

La ONU de 1945 no funciona. Nunca lo ha hecho, o al menos nunca lo ha hecho con eficiencia y justicia; pero hoy la situación es escandalosa. El Consejo de Seguridad no puede estar dominado por una oligarquía de cinco países legitimados sólo por una guerra que tres de ellos ganaron contra las otras tres grandes potencias del momento, por eso mismo excluidas hasta el día de hoy. Y en las propuestas de reforma de la Onu se demuestra el verdadero europeísmo de cada uno.

Francia no es europeísta, porque no está dispuesta a renunciar a su privilegiada posición – vestigio de un Imperio que, como el británico, ya no existe-. Como mucho, acepta que Alemania (hoy amiga), India y Japón (por evidentes razones) adquieran el mismo derecho de veto. ¿Y dónde queda la Unión Europea? Nadie la recuerda. Al menos el Reino Unido no pretende engañar a nadie, no se proclama europeísta y se limita a defender honestamente su posición y su interés.

Honestamente, ¿dónde queda Europa? Y ¿dónde debe quedar España? Muchos republicanos norteamericanos ya tienen una respuesta para su propio país: fuera de la ONU, fuera de la ficción nacida en Ginebra y en San Francisco, fuera de la ficción de un Derecho Internacional en el que nadie cree porque no es tal. ¿El fin del mundo de Versalles y de Potsdam? Es posiblemente el futuro, pero de momento hay más soluciones. Por ejemplo una reforma verdaderamente europeísta de la ONU.

Italia podría pedir un puesto en ese Consejo, pues tanto su potencia económica como la diplomática y sus razones históricas lo avalarían. Pero no lo ha hecho. A cambio, ha propuesto que la Unión Europea tenga un puesto permanente en el Consejo de Seguridad, y que ante él se represente Europa con una sola voz. Si Francia o Alemania entendiesen hoy Europa como algo más que un instrumento de propaganda tendrían que aceptar la idea. Para España es una buena idea, objetivamente. Va a ser, además, un termómetro de qué Europa quiere cada uno y de qué europeísmo se cultiva en cada lugar.

Pascual Tamburri
El Diario Exterior, 23 de diciembre de 2004.
https://www.eldiarioexterior.com/europa-no-es-un-concepto-2665.htm