Por Pascual Tamburri Bariain, 8 de enero de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.
Es demasiado fácil decir que cualquier tiempo pasado fue mejor. En el caso del cine sería profundamente injusto. En los últimos años se están presentando películas excepcionales, tanto en lo técnico como en lo artístico. E incluso, aunque de manera menos frecuente, desde el punto de vista -más complejo- de los valores transmitidos.
No obstante, a pesar, de ello, la tónica habitual del cine comercial se adapta a los gustos cambiantes del público; y en definitiva contribuye a formarlos. Están sucediendo cosas contradictorias, pero en conclusión perversas. Excelentes capacidades artísticas y técnicas se están poniendo al servicio de principios disolventes, hostiles a la tradición cultural que hizo posible esa técnica y ese arte. Un paso más allá, películas que en todo o en parte sí pertenecen a nuestra mejor tradición ética y estética son presentadas al público LOGSE bajo su peor aspecto, llegando a convertirse para muchos espectadores en vehículos de los principios más opuestos.
Esta última posibilidad ya se ha mencionado antes aquí (http://www.elsemanaldigital.com/articulos.asp?idarticulo=24206), cuando advertimos del riesgo -no previsto ni por J.R.R. Tolkien ni por Peter Jackson- de que el héroe que las víctimas de la LOGSE preferirán de El Señor de los Anillos será Boromir, porque es el más fuerte y el que presenta la solución más rápida para «vencer». Eficacia (¿por qué no Sauron o el Rey de Angmar? Llegaremos). Pero vayamos ahora a algún ejemplo de las otras posibilidades.
Oliver Stone, después de demostrar sus capacidades artísticas y sus evidentes inclinaciones políticas y morales con The Doors, Nixon o Comandante, ha presentado en nuestros cines Alejandro. Tiene todos los ingredientes para triunfar: es joven, violento, codicioso, individualista, sensual, hedonista, ignora la disciplina y el deber. Colin Farrell no es, por supuesto, el Alejandro Magno de nuestra historia y tradición, como tampoco Brad Pitt fue un genuino Aquiles en Troya. Pero la LOGSE va a conseguir que una generación entera dé por buenas estas falsificaciones y los valores facilones y anticlásicos que en ellas anidan.
¿Triunfan de nuevo las grandes películas de aventuras, épicas, militares? Pues la misma mentalidad que deformó nuestra educación e impuso la modernidad radical de la LOGSE deforma el cine. Y frente a los grandes clásicos del cine, y a los clásicos actuales de Peter Jakson o de Mel Gibson, por ejemplo, se imponen películas aparentemente similares pero profundamente opuestas. Éstas, junto a los demás elementos del actual clima cultural, transmitirán los valores LOGSE, que en muchos esterilizarán la capacidad de aprovechar un verdadero clásico. El heroísmo y el amor, suplantados por la violencia y la homosexualidad. La solución: que los mejores resistan, y que vean Los chicos del coro, a pesar de ser francesa. Contra los valores LOGSE, resistir es vencer.
Tirso Lacalle
Por Pascual Tamburri Bariain, 8 de enero de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.