Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de enero de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.
Es cierto que el alpinismo como actividad superior no es en nuestra tradición ni un mero deporte, ni un desafío sensual al valor, ni un ejercicio técnico, ni un lirismo libresco, ni un simple naturismo de huida de la ciudad. Con ser todas esas cosas, el montañismo es «el arte de recorrer las montañas afrontando los máximos peligros con la máxima prudencia». Es una tarea física y espiritual, no accesible en su forma más elevada para todos -por límites físicos y morales-. Es un espacio reservado al esfuerzo, a la desigualdad, a la jerarquía, a la austeridad, al crecimiento.
No es un invento romántico. Petrarca, leyendo en una cima, tras la escalada, las palabras de san Agustín, recordaba: «Y los hombres continúan admirando las altas montañas, … y mientras lo hacen se olvidan de sí mismos». ¿Cabe expresar mejor la unión entre contemplación y acción? El montañismo, uno de los bastiones de la cultura española y europea. Pero ¿es compatible con la LOGSE y con sus consecuencias humanas?
Ya hace años se denunciaba el contagio de un frívolo activismo concretado en la manía del récord y de «lo difícil por lo difícil». Esta tendencia en los últimos tiempos ha hecho eclosión. No podía ser menos, porque la Montaña, entendida de una manera tradicional, es incompatible con lo que se ha enseñado e impuesto a la mayoría de los más jóvenes.
Siempre fue una actividad minoritaria, porque minoritarias eran la vocación al ascenso y las condiciones para realizarlo. Pero en esto se asiste a un doble proceso. Por un lado, todos los ciudadanos LOGSE, convencidos de su radical igualdad, se consideran con derecho a subir las más altas cumbres, y recurriendo a los materiales más modernos efectivamente vemos como los senderos se han llenado de personas ajenas a la manera tradicional de vivirlos, ruidosos, urbanitas, comodones. Por otro, aunque hay más personas «en» la montaña, hay menos hombres «de» la montaña: el espíritu LOGSE ha llegado a muchos de los que, en otras circunstancias, sí habrían sido buenos compañeros de cordada.
Se contó en estas páginas (http://www.elsemanaldigital.com/articulos.asp?idarticulo=20587) cómo el veterano montañero Iñaki Ochoa de Olza tuvo un grave percance en su ascensión al Himalaya con los tres miembros más jóvenes de su cordada. «Contra la lógica que impera tradicionalmente en el alpinismo». La lógica de la montaña es la opuesta a la de la LOGSE, e incluso la minoría de posibles montañeros siente la tentación de la «normalidad» LOGSE. Para subir como no se debe subir o, peor aún, para dejar de hacerlo. No obstante, aún quedan montañeros, y quien ha conquistado el Aneto sabe que la vista desde allí es más clara que desde la tribuna del Calderón o del Bernabéu.
Tirso Lacalle
Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de enero de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.