Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de enero de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.
«La Unión respetará la igualdad de los Estados miembros ante la Constitución, así como su identidad nacional, …. Respetará las funciones esenciales del Estado, especialmente las que tienen por objeto garantizar su integridad territorial, mantener el orden público y salvaguardar la seguridad nacional».
Este tratado internacional conocido como «Constitución Europea» ha sido motivo de debate en la política española de los últimos tiempos. Hay, dentro de los partidos y entre los partidos, un intercambio de ideas sobre qué hacer en el referéndum europeo, y sobre qué interés poner en el mismo. Hace falta, ante todo, claridad. Y no olvidemos que Ibarretxe se beneficia de cada paso en falso.
Un argumento falso puede causar el efecto contrario del deseado. En el caso de la Constitución Europea, en Navarra, se han escuchado recientemente dos argumentos peligrosamente inútiles para pedir el voto afirmativo y contraproducentes para todos que conviene señalar.
El primero de ellos consiste en afirmar que la Constitución Europea garantiza la unidad nacional. Si uno lee el artículo en cuestión verá que nada hay de eso. Los socios de la Unión «respetarán» las decisiones internas de cada socio; y si internamente se decide la secesión, o se llega a ella, la UE la aceptará; quedará negociar el estatuto de los nuevos Estados, pero nadie dice que la UE se comprometa a que éstos no existan. Se equivoca, pues, Pérez Maura, y se equivocan quienes le siguen en Navarra contra una doctrina jurídica científicamente inapelable (http://www.elsemanaldigital.com/articulos.asp?idarticulo=24471).
El segundo argumento, igualmente falaz, consiste en pedir el voto afirmativo en el referéndum de febrero aduciendo que los nacionalistas van a votar «no», y que por consiguiente todo voto negativo será considerado nacionalista. Es absurdo definir así el voto; pero además las premisas son falsas. Batasuna, en efecto, va a pedir el «no»; pero el PNV y CiU van a votar «sí». ¿Dirá alguien que no se puede votar «sí» para que nuestro voto no adquiera un rancio tufo a sotana democristiana?
Pedir un voto afirmativo con malos argumentos puede no ser sólo favorable al «no». Puede terminar desacreditando a los malos defensores del «sí», y esto es especialmente grave en estos momentos. Forzar la conciencia de los propios militantes, afiliados, simpatizantes y electores, precisamente cuando todas las fuerzas deben concentrarse en la lucha contra la amenaza de Ibarretxe, es una temeridad. Recordaba hace algunos años Manuel Fraga a Alexis de Tocqueville, «una nación cansada de largos debates acepta de buena gana que se la engañe con tal de que se la deje descansar». Es irresponsable engañar o cansar con argumentos endebles y debates abstrusos a personas que tienen razones morales, religiosas y políticas para tener su propia opinión bien formada, y a las que, en cualquier caso, va a haber que pedir pronto esfuerzos y compromisos mucho mayores y más importantes que introducir una papeleta en una urna europea.
Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de enero de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.