Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de enero de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.
Ayer se celebraron, a pesar de todo, elecciones generales en Irak. Muchos intereses se habían conjurado para que tales elecciones no tuviesen lugar, y para que fracasasen en todo caso. Abiertamente los terroristas y sus secuaces, discretamente algunos países occidentales, no habrían sido pocos quienes celebrasen una suspensión de los comicios.
Las elecciones de Irak abren un camino hacia la paz y la normalidad en Oriente Medio. Ningún europeo puede lamentar que esto suceda, salvo que el odio y la envidia hacia Estados Unidos sean más fuertes que el espíritu democrático de la izquierda.
George Bush tiene una responsabilidad única en la historia de nuestro mundo. Es el líder indiscutido de la única potencia universal, en un contexto que de momento va a seguir siendo unipolar. Se ha insistido -más bien desde tonos críticos- en hablar de Imperio y de emperadores a propósito de esta situación. Las cosas son más sencillas: Estados Unidos tiene intereses en todos los continentes, tiene medios para defenderlos y tiene un gobernante dispuesto a utilizarlos. Nada más, nadie más.
El caso iraquí ha derramado más tinta que sangre, con ser mucha ésta, desgraciadamente. Ahora bien, es curioso que en nombre de la democracia se defendiese antes a Sadam Hussein y hoy a los terroristas islámicos, combatidos por una coalición de países democráticos. Y no deja de ser curioso que los países más críticos con la intervención internacional y con el régimen democrático naciente en Bagdad tuviesen grandes intereses en la alianza con el anterior dictador y sean aliados de otras dictaduras.
Todo eso es ya historia. Si se confirma, como parece, una alta participación y una relativa normalidad en las elecciones del domingo en Irak, importa poco quién venza. Lo esencial es que Irak retomará su propio camino. Camino sin duda lleno de problemas y salpicado de incertidumbre; pero no más que si se hubiese perpetuado la dictadura, y no más que si Estados Unidos se hubiese abstenido de intervenir.
Es más que posible que Irak se consolide como país unido y democrático, aunque para ello tenga que buscar su propia fórmula unitaria y su propio estilo de democracia. En todo caso, será muy sospechoso que la izquierda se lamente del establecimiento de una democracia, de un éxito internacional de Estados Unidos y de una esperanza abierta de paz en Oriente Medio. Si no hay una sincera alegría, podría pensarse que la izquierda internacional sigue sin se demócrata y sin pensar ante todo en los intereses y necesidades del pueblo afectado. Lo cual no será, por cierto, una novedad.
Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de enero de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.