Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de febrero de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.
Es cierto que, como ha dicho y escrito Josefina Aldecoa, la educación no se arregla sólo cambiando leyes. La LOGSE no es el origen de nuestra decadencia como país, ni siquiera una parte esencial de la misma. La educación sí lo es, y la LOGSE sólo en la medida en que representa un determinado tipo de educación. O de enseñanza.
Porque lo primero que hay que distinguir, como hacía la revista «Area» de enero, es que instrucción y educación, istruzione y educazione, no son sinónimos. Un maestro, un profesor o un catedrático pueden instruir, pero solos no pueden educar. Pueden contribuir con su presencia, ejemplo y estímulo a la educación, pero ésta es responsabilidad de la familia.
Ahora bien, antes de la LOGSE la familia ya agonizaba, y hoy en día muere, reducida a deseo más que a realidad, y en todo caso confinada a una parte menguada de la sociedad. La familia como institución natural está en retroceso desde hace casi un siglo, y si la familia tradicional, extensa, fue suplantada por su remedo tardoburgués de «familia nuclear», ahora, sencillamente, ésta se eclipsa. No existe o declina sus responsabilidades.
Fea palabra esta, responsabilidades. La educación fue hasta la era LOGSE competencia de los padres, de los abuelos, de los tíos, de los hermanos mayores. Sólo por necesidades modernas, ligadas a la educación y a las innovaciones económicas y sociales, la escuela se hizo protagonista. Pero la responsabilidad está en la familia.
Ahora bien, ¿cómo es la familia LOGSE? Una familia compuesta por individuos que se consideran a sí mismos como la razón de ser de esa pequeña sociedad. Una familia en la que cada vez más se reivindican derechos en vez de cumplir deberes como por naturaleza debe ser. Si un padre, o una madre, reivindica su propio derecho al placer, a la comodidad, a la felicidad, a la autorrealización, al trabajo asalariado, a su ocio preferido o a su entrañable colección de lo que sea, y si lo hace posponiendo su deber de mantener y educar a los hijos, tendremos un núcleo familiar LOGSE.
Las consecuencias ya las vamos viendo. Los que antes eran problemas excepcionales hoy son mera rutina. El «niño» fuma un porro en la calle, o se le aprehende algo de droga, o una navaja, o se mete en una pelea barriobajera de borrachos, y termina mal. No es sino el resultado de una educación a la inversa que consistió básicamente en no educarle porque había cosas mejores que hacer. En reírle gracias que no eran tales. Y luego se avergonzarán de sus antecesores garbanceros o pastores, tal vez rústicos, pero que en vez de vivir según la moda educaron a sus hijos.
Tirso Lacalle
Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de febrero de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.