Por Pascual Tamburri Bariain, 28 de junio de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.
Nadie va a discutir que PSOE y BNG se unan con un programa radical y traten de gobernar Galicia. Esto es legal y legítimo, pero los ciudadanos verán mayoritariamente menospreciada su voluntad. También los votantes del PSOE.
Avanzado el recuento de las papeletas de voto emitidas por los gallegos residentes en el extranjero, y aunque los recursos judiciales que se anuncian no permiten cerrar el proceso electoral, parece que el partido Popular no consigue los 38 escaños que representan la mayoría absoluta en la Cámara autonómica gallega.
Con estos resultados, una coalición entre la rama gallega del PSOE y los independentistas de extrema izquierda del Bloque Nacionalista Gallego permitiría formar un Gobierno sin el PP. Sería el primer Gobierno de esas características desde que los populares gallegos tienen a Manuel Fraga a su cabeza. Y supondría, por los pelos, un respaldo para José Luis Rodríguez Zapatero.
Los gallegos, sin embargo, han hablado muy claramente. El PP ha vencido las elecciones, con mucha ventaja sobre los otros dos partidos con representación parlamentaria. Sólo un puñado de votos le han separado de la mayoría parlamentaria absoluta, pero representa una amplia mayoría de la sociedad gallega. Pérez Touriño, para formar Gobierno, deberá hacerlo más contra Manuel Fraga que defendiendo su propio programa.
De hecho, para gobernar, el PSOE no sólo va a ignorar la voluntad de los gallegos. Va a pactar con un partido extremista y separatista que lleva un programa secesionista con vetas marxistas. Los que perdieron, en definitiva, van a imponer su programa a quienes vencieron. Los pactos, en democracia, son legales y legítimos; pero a veces no son estéticos, y podrían mover a una reflexión sobre la tergiversación institucional de la voluntad popular.
Nadie va a discutir, si los números lo permiten, que las izquierdas se unan con un programa radical y traten de gobernar Galicia. Una nueva casta de políticos profesionales sucederá a la anterior, pero los ciudadanos verán mayoritariamente menospreciada su voluntad. También muchos votantes del PSOE, que pueden ser de izquierdas pero no aceptarán fácilmente una deriva antiespañola como la que anuncia Anxo Quintana, el verdadero «hombre fuerte» ahora.
El PP no debe olvidar su responsabilidad en este asunto. La renovación, imprescindible, deberá hacerse mirando al futuro y al interés general, en el que ni socialistas ni nacionalistas son capaces de pensar. Un PP renovado, que sepa afianzar con orgullo su identidad pero que haga la imprescindible autocrítica que Manuel Fraga anuncia, tiene ante sí un futuro mejor que el que muchos prevén hoy.
Por Pascual Tamburri Bariain, 28 de junio de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.