Por Pascual Tamburri Bariain, 4 de julio de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.
Batasuna se impone. La «izquierda abertzale», es decir, los nacionalistas de ETA a los que el PSOE acepta llamar «Movimiento de Liberación Nacional Vasco» como si las palabras no importasen, expuso en Anoeta sus condiciones para la negociación, el contenido de la misma y su organización. Puntualmente, sus previsiones y deseos se van cumpliendo. El Gobierno de España la acepta.
El nacionalismo no renuncia a nada. Cuando habla de «fin de la violencia» y de «acuerdo» se refiere, sin ningún disimulo, a que ETA abandonará las armas -mejor dicho: dejará de usarlas- cuando logre sus objetivos irrenunciables. Y lo que se va a acordar es, simplemente, cómo y cuándo se llega a eso.
Zapatero ha aceptado todo esto, y también el principio batasuno de las «dos mesas». Es decir, que los partidos políticos deberán negociar entre sí ese «acuerdo», por un lado, y el Gobierno y ETA, por otro, negociarán los aspectos «militares», es decir, lo relativo a las armas, los asesinatos y los asesinos presos. Ambas negociaciones serán, son ya, paralelas, sin condiciones por parte de Zapatero y estarán intercomunicadas, ya que el nacionalismo condicionará el buen fin del proceso a su éxito en ambos campos.
Ignacio Astarloa ha dicho muy delicadamente grandes verdades: o el presidente del Gobierno se engaña a sí mismo o engaña a los españoles. En cualquier caso, los pasos que se han dado hasta ahora son estos, los queridos y anunciados por los portavoces de ETA. Y para ETA la negociación es un camino hacia la victoria. Mejor dicho, las dos negociaciones. Participar en cualquiera de ellas es contribuir a un conflicto civil si precedentes cercanos; tal vez los intereses del entorno de Zapatero sean por un tiempo esos, pero la gente de la calle recordará quién y por qué empezó esta traición llamada negociación.
Negociaciones, en realidad. Además de las dos que se acaban de explicar, hay otros tres foros de negociación igualmente peligrosos, igualmente deseados por Zapatero por sus intereses miopes, e igualmente abocados a la ruptura del país. Hay una negociación paralela entre los partidos nacionalistas vascos, que, unidos por el deseo de conquistar Navarra y de independizarse, están divididos por muchas otras cosas; y el PNV sabe que al día siguiente de una hipotética independencia tendría un conflicto civil aún más sangriento que el que se avecina. También Zapatero será responsable de lo que pueda suceder. Y ha habido una negociación catalana, cuyas conclusiones soberanistas en poco se diferencian de la situación vasca, en lo esencial, como hay una negociación gallega, en la que un partido extremista va a definir las políticas de una región en la que el PP es abrumadoramente mayoritario. Galeusca, le llamaron en tiempos a esta estrategia.
Negociaciones ¿hacia dónde? Para cada uno de los interlocutores separatistas en este proceso enloquecido no hay dudas: hacia el reconocimiento de nuevos sujetos soberanos. Para Zapatero, tampoco: hacia su confirmación en el poder, hacia el aplastamiento de la derecha democrática y hacia un proceso revolucionario en España. ¿Y para quienes no quieren ni una cosa ni otra? Hacia un callejón sin más salida que la firmeza en los principios. Esto tendrá una recompensa electoral, pero además es una exigencia ética.
Por Pascual Tamburri Bariain, 4 de julio de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.