La memoria selectiva de la izquierda

Por Pascual Tamburri Bariain, 15 de julio de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.

José Javier Múgica murió el 14 de julio de 2001 asesinado por un grupo de criminales nacionalistas. No fue ni una casualidad ni un accidente, sino un intento de truncar en el corazón de la Montaña de Navarra. El pasado se puede contar de muchas maneras, pero este pasado tan cercano tiene la ventaja de que podemos hablar con todos los testigos, y es más difícil el engaño.

El concejal de UPN, en cuya memoria se celebra hoy domingo un sencillo acto y una Misa, no murió ni por casualidad, ni por accidente. Fue asesinado por representar a Unión del Pueblo Navarro en Leiza, y por hacerlo, en la mejor tradición del partido, en nombre de una Navarra foral y española -la única Navarra real- que vive en personas como él y que unas balas cobardes no harán perecer.

La izquierda «no nacionalista» (y conste que esta etiqueta ambigua no me gusta; pero para la izquierda, a diferencia de para UPN, no hay otra en Navarra) se ha dado en los últimos años a un peculiar ejercicio de «memoria histórica». La memoria histórica de la izquierda consiste básicamente en imponer como verdad de fe su versión propagandística de lo sucedido en España a partir de 1931, y especialmente de 1934-36, con un regusto maniqueo. Como los depositarios de esa memoria son cada vez menos y como la izquierda tiene el control masivo de los medios de difusión la propaganda se convierte en verdad, los muertos sólo fueron de un lado, las checas fueron centros culturales, el maquis era una ONG, Largo Caballero un demócrata y Santiago Carrillo un precursor de Teresa de Calcuta.

Pero donde falla escandalosamente la «memoria histórica» de la izquierda navarra es en sus propias relaciones con el nacionalismo, que no son tan lejanas ni, por lo tanto, tan susceptibles de manipulación burda.

José Javier Múgica no era de izquierdas. Nunca lo fue. Ni lo es, en su conjunto, su grupo de amigos y compañeros de la Montaña. Ahora bien, si uno habla con ellos comprobará que su «memoria histórica» de la izquierda en los años de la Transición, donde se fraguó el problema terrorista que se llevó esta vida y otras mil, no es de las más positivas. Y en consecuencia, pese a la compartida defensa de las libertades y de la Constitución española, la desconfianza es grande.

Si se ha de hablar de memoria, que sea sin lagunas. En el pasado más remoto, por supuesto, que no fue una película de buenos y de malos, y en todo caso los buenos no andaban por el campo robando ganado y matando curas. Pero sobre todo, en algo más tangible, en la memoria reciente. Porque bueno es recordar y honrar los muertos de la izquierda a manos de ETA, pero tampoco es oportuno olvidar siempre -si empezamos a recordar- que esos mismos partidos, incluyendo el que hoy gobierna España, compartieron estrategias políticas con ETA, dieron al nacionalismo una patente falsa de militancia democrática y convirtieron, por acción y por omisión, al movimiento más liberticida de Europa, coalición de reaccionarios furibundos y de marxistas asesinos, en algo simpático y progresista.

Yo no voy a decir que todo eso mató a José Javier Múgica. Pero sí que es hora de rescatar también esa memoria -que lo haga, además, la izquierda- y de enmendar los errores generados en ella. Errores como el totalitarismo lingüístico, como la rendición en materia de enseñanza, como el feliz sometimiento de gran parte del clero. Errores contra los que luchó Múgica y contra los que luchan hoy sus compañeros. De nada sirve recordar su muerte si no tratamos de hacer fructífera su vida.

Por Pascual Tamburri Bariain, 15 de julio de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.