Por Pascual Tamburri Bariain, 31 de julio de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.
Ya era hora, piensan muchos. La presencia de José María Aznar y de Mariano Rajoy, juntos, en FAES, con un mismo discurso, cierra todas las discusiones sobre la rivalidad entre los dos. No sólo nunca ha existido esa rivalidad: es que nunca ha habido razones para pensar en nada parecido, entre un presidente que se fue porque quiso (y sigue estando para lo que se le quiera consultar) y otro que lo es porque el partido y los votantes así lo han querido. Un acierto
Así que han acertado, y es hora, porque de partidos en España sólo va quedando el PP. A pesar de todos los intentos de Zapatero para cargárselo: y ahí no hay más remedio que darle la razón a Rajoy, que recuerda que hay un «empate técnico» y sobre todo que el PP tiene fundadas esperanzas de ganar las próximas elecciones … gracias a esos «militantes que han dado una lección de unidad, trabajo y dedicación digna de elogio.» Otro acierto.
Bien, bien, las cosas son así. Y aciertan Aznar y Rajoy, Rajoy y Aznar, cuando invitan a buscar los enemigos fuera, lo que dice Rajoy «merecer la confianza ilusionada de los españoles y conquistar con ella esa mayoría que nos permita gobernar este país.» Claro que eso quien ya lo hizo es Aznar, y por eso es lógico contar con su experiencia, no por deseo de revancha sino porque en definitiva cambia el contexto pero la tarea es la misma: lograr con formas nuevas una mayoría social en torno a los principios centrales del PP.
Anuncian un «cambio» en el PP desde septiembre, y eso es ya más preocupante. No porque sea bueno o malo, sino porque algunos dan a esa palabra, como al «centro», un significado mágico, casi de fetiche. A mí me ha gustado la foto de Navacerrada, porque responde tanto a la realidad como a los deseos de muchos españoles. Y me ha gustado el discurso común, compartido y acertado. Pero hay que corregir algunas tentaciones suicidas, tan inocentes en apariencia como peligrosas y tradicionales en el centro derecha. Me referiré a dos, vislumbradas ya que no presentes en Navacerrada.
La primera es la tentación de aceptar el calendario, los ritmos y el vocabulario de la izquierda. Es pensar sólo en ganar las elecciones por lo mal que lo hace el adversario y sin plantear una alternativa profunda a la «corrección política» de éste. Es una herencia del centro español de la Transición, y no es una buena herencia.
La otra es una herencia de la vieja derecha española, y es la autocomplacencia. Decir que «tenemos la mejor organización juvenil de España» es en parte cierto y a todos agrada, pero no se puede ocultar que falta conexión con la juventud española real, la que no quiere hacer carrera política, y que en Nuevas Generaciones hay por desgracia a veces algo más que «defensa de valores». Sobran cortesanos y no siempre se deja el espacio que piden los militantes. Muchos que podrían serlo, en algunos lugares, se retraen de hacerlo. Y este no es más que uno de los problemas a los que, desde la felicidad del reencuentro, no hay que cerrar los ojos.
Por Antonio Martín Beaumont y Pascual Tamburri Bariain
Por Pascual Tamburri Bariain, 31 de julio de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.