Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de octubre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.
«Maragall es político muerto» dicen los que saben de esto. «Maragall no es el PSC», recuerdan otros afirmando lo obvio. En cuanto a lo primero hay que tener mucha prudencia, especialmente en el Partido Popular, pero también en la «sensibilidad nacional» del PSOE. Sobre lo segundo, en política no conviene confundir deseos con realidades.
Sobre el papel, la cosa es clara: el PSC soporta mal el estilo y el espíritu «poco socialista» de Maragall, y en las próximas elecciones muchos quieren otro candidato. Que sería, en principio, el ministro Josep Montilla, pero que en caso de emergencia -una disolución anticipada del Parlament- sería Manuela de Madre, para evitar una crisis en el Gobierno de Rodríguez Zapatero.
Todo esto sería más importante si Pasqual Maragall hubiese dejado algo por hacer de su programa íntimo nacionalista, o si un cambio de personas pudiese alterar la naturaleza de las cosas. No es así, y menos en la Cataluña de 2005.
Es una sospecha fundada desde tiempos de Vifredo Pareto, y una certeza gracias a Giovanni Sartori, que los partidos políticos modernos son grupos humanos organizados para el poder. Sólo en la conquista, ejercicio y conservación del poder político encuentran su sentido. En esto los sentimientos y las ideologías tienen en el fondo poco que ver. Las ideologías fueron el origen de los partidos, y son su fachada y su nombre, siempre que no se ponga en discusión su eficacia, en democracia, a la hora de ganar elecciones.
El PSC es complejo en el talante y las ideas de sus miembros, pero es un grupo de hombres y mujeres acostumbrados al poder. Pensar que van a deshacerse del líder que los ha llevado al poder, y que van a poner en riesgo el poder mismo, es un bonito deseo. Si han aguantado a Maragall durante décadas, sabiendo cuáles eran sus características personales e ideológicas, lo podrían aguantar más tiempo, indefinidamente siempre que eso no ponga en peligro el poder.
Lo mismo vale para el PSOE, y para Zapatero dentro del PSOE. Zapatero no gusta por lo menos a la mitad de los suyos, y nunca ha gustado; pero ha llegado a La Moncloa. ¿Hay en el PSOE suficientes idealistas, y además patriotas españoles, como para arriesgar el poder en nombre de un principio? El tiempo lo demostrará.
De momento Pasqual Maragall, cadáver político, ha vencido todas sus batallas. Ha unido el PSC al nacionalismo; ha llevado a Zapatero al poder, y puede exigir su precio; ha domesticado en su entorno al resto del nacionalismo; y ha dado esperanzas fundadas a todos de un nuevo régimen que admita la secesión. Tras su muerte política, si llega ahora, todas esas cuestiones quedarán planteadas.
Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de octubre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.