Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de octubre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.
Todo bulle alrededor del debate del 2-N en el Congreso sobre el Estatut de Maragall. Los ex presidentes del Gobierno, Aznar y González, anticipan las estrategias de PP y PSOE.
Madrid bulle con el debate del 2-N sobre el Proyecto de reforma del Estatuto de Cataluña en el Congreso de los Diputados. Ni siquiera el «apetitoso» pero lluvioso puente de Todos los Santos ha rebajado una tensión que se masca a poco más de 48 horas de la cita. Desde hace varias semanas toda la información está inundada de «Estatut» y Maragall pasando casi desapercibidas otras cuestiones importantes. El interés es tal que a la mesa del presidente del Congreso, Manuel Marín, han llegado más de mil peticiones de importantes personalidades que desean sentarse ese día en las menos de doscientas plazas que hay disponibles en las tribunas de invitados del hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo.
Lo que también parece claro es que todo el mundo ha tomado posiciones entorno al debate. La semana pasada dos ex presidentes del Gobierno, uno del PP y otro del PSOE, José María Aznar y Felipe González, rompían su silencio para posicionarse. Y en esta ocasión, pese a su manera distinta de ver siempre las cosas, estuvieron de acuerdo en lo de rechazar el proyecto de Estatuto catalán, aunque con niveles de crítica muy diferentes. Ahora bien, ambos, en buena medida, marcaron con sus discursos las distintas estrategias que sus formaciones políticas están ya poniendo en marcha tanto para el debate del miércoles como para las próximas semanas, que se prevén muy, muy intensas también.
Aznar cree estar «ante probablemente el primer caso de un Gobierno que trabaja activamente a favor de la desaparición de sus competencias y de su propia razón» de ser, por lo que el «Estatuto de la división», tal como él mismo definió públicamente al Proyecto de reforma del Estatuto catalán, es «un desafío mayúsculo a la sociedad española, un ataque al modelo consensuado de convivencia y una ruptura de la Constitución» que pretende un «cambio de régimen» y «dinamitar las reglas pactadas en 1978 por todas las fuerzas políticas democráticas», dijo el ex presidente popular durante un acto el viernes de la fundación FAES que preside.
González, que según fuentes solventes ha querido a conciencia ser muy moderado en esta cuestión porque «está muy preocupado» por el enfrentamiento que se puede crear entre Comunidades Autónomas, por su parte pidió públicamente en un discurso el viernes «sosegar el debate, no descalificar, no insultar, sino dar argumentos» pues «se está generando una dinámica y una conflictividad nada deseables». El ex líder socialista, que jugó en buena medida a la ambigüedad calculada, se colocó de todas formas más cerca de sus compañeros «rebeldes» de partido José Bono, Manuel Chaves, Alfonso Guerra o Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que del líder de su partido y presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, o del controvertido presidente de la Generalitat catalana, Pasqual Maragall, al señalar que la propuesta de Estatuto no le parece buena y no le gusta.
Eso sí, no cree, poniendo tierra de por medio sobre Aznar, que ponga en peligro la unidad de España, aunque si «puede estar en riesgo si se hace mal, la vertebración eficiente del espacio público que compartimos» porque «por mucho que se descentralice, hay elementos –que son más cualitativos que cuantitativos– para mantener una vertebración», dijo el ex presidente socialista también el viernes durante el seminario «Diálogo entre culturas y civilizaciones», organizado por la Fundación Atman, cercana al PSOE.
La firmeza de Rajoy
El líder del PP se presenta ante el debate del 2-N con las pilas bien cargadas. El «lío» de Zapatero y Maragall ha hecho que los populares estén, un año y medio después de su derrota electoral, por delante de los socialistas en los sondeos. Además, Rajoy puede presumir de tener un partido bien unido detrás de él, mientras que los síntomas de división interna del PSOE son cada día más evidentes.
Así las cosas, el portavoz popular dejará muy claro durante su intervención en el Congreso de los Diputados que su partido es el único ahora capaz de defender la España constitucional frente a la ambigüedad de los socialistas, amarrados a sus acuerdos con los nacionalistas para mantener la estabilidad parlamentaria de Zapatero.
Lo que Zapatero no deseaba, pero va a tener, es un PP unido … y dispuesto a debatir cada detalle del Estatut. Un veterano como Gabi Cisneros (http://www.elsemanaldigital.com/arts/40522.asp) ha recordado que es necesario «estar ahí», porque eso hará perder al PSOE la batalla de la imagen. Si no hay consenso no será porque el PP no dialogue, sino porque el PSOE -que no se va a dividir por esto- lo excluya.
Zapatero tratará de transmitir tranquilidad
Desde hace semanas «fontaneros» de La Moncloa trabajan en el discurso que el presidente del Gobierno desarrollará en la tribuna de la cámara baja. Fuentes monclovitas indican que, tras estos días de fuerte confrontación y crispación, Zapatero buscará imponer su «talante» y ofrecer tranquilidad a los españoles, en contraposición a la política del «no» y del «frentismo» continuo del PP, de que el texto catalán que salga tras pasar por las Cortes será totalmente constitucional. Zapatero, señalan las mismas fuentes, aprovechará su discurso para insuflar confianza a los ciudadanos respecto a la fortaleza de la democracia española surgida de la Constitución de 1978.
Por Antonio Martín Beaumont y Pascual Tamburri Bariain
Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de octubre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.