Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de octubre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.
España es un país de impulsos. Creíamos haber mejorado al modernizarnos, pero nuestra gente, en todos los sentidos, se deja llevar muy a menudo por exabruptos, con cambios de opinión a veces irracionales y con respuestas instintivas poco razonables. Y el Estatuto de Zapatero está consiguiendo reacciones de lo más curioso.
Yo no creo que exista esa «catalanofobia» de la que habla con tanta rabia José Montilla. Los españoles no podemos odiar a los catalanes porque los catalanes son españoles, y pensar en otros términos sería, y es, dar la razón al nacionalismo catalán en general y a las salidas de tono de Carod Rovira en particular. Todo lo que suponga crear una diferencia entre Cataluña y el resto de las regiones es legitimar históricamente al responsable remoto de todo esto, Jordi Pujol.
Así que, no habiendo «catalanofobia», digo yo que lo mejor será no crearla. Y para eso, dicho sea con todo el respeto y el cariño a los buenos amigos que nos inundan de mensajes y de correos electrónicos al respecto, el boicot a los productos catalanes es una idea lamentable. Es un exabrupto, un atavismo, una reacción elemental e instintiva, pero también un error. Cataluña es España, y no hace falta dar razones para ello. No obstante, los «separadores» podrían llegar a conseguir los sueños más improbables de los «separatistas».
No es momento de esperar. Quien espera inactivo, o simplemente con una negativa, puede encontrarse ante hechos consumados que después sería muy difícil revocar. Y los hechos son los que son: por infundado que sea, hay en muchos catalanes un sentimiento nacionalista; pero también resulta que España es una realidad, además de histórica y política, económica. ¿Alguien que no sea nacionalista quiere romperla? En el fondo, boicotear los productos catalanes por el hecho de serlo es aplicar el espíritu del mismo Estatuto del tripartito, que prevé romper el mercado único español. Hay que actuar, pero con cabeza, sin rendirse a las vísceras.
Un hombre cabal y nada visceral: Mariano rajoy Brey, Un acierto: reunirse con los empresarios del cava catalán y garantizar su apoyo a ese producto de nuestra tierra. Una derecha rancia y reaccionaria habría aplaudido el gesto contrario, olvidando que aquellos hombres y mujeres carecen hoy de libertad de acción y de expresión porque viven en un régimen político generado por el nacionalismo. Lo inteligente es apoyarlos, y mostrarles el camino de la libertad, que es el de España. Otra actitud quitaría al PP la razón que tiene y le privaría de las simpatías que va ganando, también en Cataluña. Mariano Rajoy, un brindis con cava. Por supuesto, catalán. Es decir, español.
Por Antonio Martín Beaumont y Pascual Tamburri Bariain
Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de octubre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.