Una feliz noticia, con un problema constitucional … «y de Todos los Santos»

Por Pascual Tamburri Bariain, 31 de octubre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.

Zapatero debe olvidar sus veleidades republicanas y cumplir su promesa de reformar la Constitución. Si hay consenso, y sin aprovechar la ocasión para fines partidistas.

La princesa de Asturias, doña Letizia Ortiz Rocasolano, ha dado a luz en Madrid a EL NOMBRE. Don Felipe, heredero de la Corona de España, tiene a su vez un heredero, y la Familia Real aumenta, con esta feliz noticia que extiende el nombre de la dinastía una generación más. Los Príncipes de Asturias se casaron en Madrid el 22 de mayo de 2004, y el 8 de mayo de 2005 se anunció el embarazo de la princesa. Aunque el nacimiento se ha anticipado sobre las fechas previstas, el doctor Fernando del Mar ha atendido un parto sin complicaciones.

Desde Felipe V han vivido en España diez generaciones de Borbones, de las que ocho han reinado. Lo hicieron en el siglo XVIII los hermanos Luis I, Fernando VI y Carlos III, y el hijo de este último Carlos IV. Tras las abdicaciones de Bayona y la resistencia nacional de la Guerra de Independencia volvió a reinar Fernando VII, a cuya política se debió un siglo de guerras civiles. En él reinó Isabel II, y su hijo Alfonso XII, y nació Alfonso XIII como hijo póstumo, rey desde el momento del nacimiento. Éste asistió a su propia deposición en 1931. Tras la II República y la Guerra Civil el general Franco restauró la monarquía y a la muerte del dictador Juan Carlos I le sucedió como rey en la Jefatura del Estado, sin que reinase nunca su padre, el infante don Juan, ni ningún otro de los hijos de Alfonso XIII. EL NOMBRE, hijo del XXXV Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, desciende en línea directa del primer Borbón e indirectamente de los reyes que forjaron la unidad de España en la Reconquista.

Ante los padres y abuelos del recién nacido, y ante el Gobierno de España, se plantean una serie de problemas constitucionales y jurídicos que, sin empañar la felicidad del momento, requieren un consenso político que por el momento no existe.

El artículo 57.1 de la Constitución de 1978 prevé que la monarquía sea hereditaria en don Juan Carlos y en sus sucesores, con preferencia del varón sobre la mujer. En esto se sigue la costumbre medieval española de las Partidas de Alfonso X, y es la misma norma que dio lugar a las guerras entre los partidarios de Isabel II y los de su tío el infante don Carlos, a partir de 1833. Hoy España es diferente, pero José Luis Rodríguez Zapatero llegó al poder prometiendo una reforma consensuada que el mismo Gobierno, al pretenderla utilizar en su proyecto de «segunda Transición», ha hecho imposible.

Había un consenso básico entre el PP y el PSOE en derogar la preferencia del varón. Politizar la cuestión se ha demostrado un error fatal del PSOE, porque el heredero del heredero ha nacido con la norma anterior en vigor. Nuestra historia demuestra que a largo plazo esta situación podría tener consecuencias desgraciadas sobre nuestra estabilidad institucional. No hay que olvidar que si esta norma se hubiese incluido en la redacción original de la Constitución la infanta doña Elena podría haber sido heredera en lugar de su hermano menor. En este caso, Zapatero ha hecho correr al país -en cuya historia no faltan querellas a propósito de los derechos adquiridos por unos y otros miembros de la familia real- un riesgo innecesario.

Cuando la reina María Cristina quedó viuda de Alfonso XII, y embarazada de él, dos hombres sensatos lideraban el Gobierno y la oposición. Antonio Cánovas y Práxedes Mateo Sagasta diferían en muchas cosas, pero tenían en común su patriotismo y la defensa de las instituciones. Juntas, izquierda y derecha garantizaron al país una sucesión pacífica. Mariano Rajoy y Zapatero tienen hoy, ante España, ante la Familia Real y ante XX, el mismo deber inexcusable. Zapatero debe olvidar toda la retórica republicana de su entorno, y aplicarse a sus deberes como Presidente del Gobierno del Reino de España, cuya estabilidad debe asegurarse. Y entre tanto, que nadie olvide felicitar, además de a los padres, a los reales abuelos del recién nacido.

Por Pascual Tamburri Bariain, 31 de octubre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.