Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de diciembre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.
El parlamentario vasco del PSOE, Emilio Guevara, ha declarado hace pocos días que «desearía que Navarra estuviese en la Comunidad Autónoma Vasca». Él, el tránsfuga, el «michelín» de Arzallus, acusa ahora al PNV de «haber renunciado a Navarra». Él, en encargado de plantear la respuesta socialista al plan de Ibarretxe, rebasa en radicalismo al PNV. Y tiene su lógica, porque socialistas y nacionalistas quieren y necesitan una alianza preferente con los votos de la ETA.
Guevara respondía, sin más a la exigencia de Arnaldo Otegi. Otegi ha hablado de «paz a cambio de territorios», con una referencia a Palestina que no es sino una formulación renovada de la alternativa KAS: «dadnos Navarra, la autodeterminación y una cuota adecuada de control social y político y ETA dejará de matar… de momento». Así que, de consistente, en esta negociación que evidentemente está en marcha, está el futuro de Navarra.
Y ahora me toca añadir un «ya os lo había dicho yo» muy triste. Porque en febrero de 2004, inmediatamente antes de unas elecciones que el centro derecha daba por ganadas con seguridad, escribí algo de esto. Si me permito la autocita es porque el análisis y previsión que hacía entonces de la cuestión recibieron muy severas críticas de los que «oficialmente» entendían de la cosa, y un cierto sarcasmo de los líderes políticos más satisfechos de sí mismos.
Lo peor -no por quien esto escribe, sino por Navarra, que es cosa más seria- es que acerté. El nacionalismo vasco concurrió unido a las elecciones en Navarra, arrebató con facilidad a UPN un acta de diputado -Uxue Barkos- y obtuvo el tercer puesto. De hecho, de no haber sido por el «efecto Zapatero» del 11 M podrían haber disputado a los socialistas el segundo puesto. Más aún: el nacionalismo vasco va a seguir unido en Navarra porque ha encontrado el camino de la victoria, un camino perfectamente trazado por Patxi Zabaleta de Aralar. Las cartas están sobre la mesa.
Aún hay más cartas, como vienen a confirmar Guevara y Otegi. El PSOE nunca puede gobernar solo Navarra ni el País Vasco. En ambos casos su única posibilidad de «pisar moqueta» es la alianza con el nacionalismo, ya que de la lealtad democrática al PP y a UPN huyen como de la peste. Así las cosas, se vislumbra una coalición, que implicará a medio plazo la ampliación al PSE de la actual mayoría vasca y una coalición del PSN con Nafarroa Bai en 2007. Para los socialistas, cargos, prebendas, poder; para los nacionalistas, la nueva Jerusalén.
Todo esto se va a llamar, como en Cataluña, «pacto de progreso». Y va a tener dos garantes externos. Uno será Zapatero, que desea una tregua a cualquier precio antes de 2008. Otro será ETA, fuerte de esa necesidad, de su reorganización y de la unidad del nacionalismo en sus metas secesionistas. Quien no quiera creerlo, que espere, y verá.
Algunos agoreros hablan de un escenario «balcánico» para la España de Zapatero, y es posible que tengan razón. No es lo que aquí nos preocupa; aquí lo más grave es que, aunque los nacionalistas y sus rivales siguen hablando de Navarra como moneda de cambio, de una Navarra unida en cualquier caso, de hecho circula con creciente intensidad la idea de que «todo no podrá ser». No podrá ser, porque ni siquiera en su mejor momento el PSN podrá convencer a sus bases de la bondad de la anexión a Euskadi; y el nacionalismo tiene hoy políticos demasiado inteligentes como para frustrar con un dogmatismo de «todo o nada» la mejor oportunidad que han tenido en su breve y lamentable historia.
Así que el modelo no va a ser Bosnia, sino el Ulster. El nacionalismo se está preparando en Navarra para un enfrentamiento civil entre comunidades, un conflicto de baja intensidad que dará lugar, en algún momento, a una línea en el mapa. Pedirán todo, pero estarán dispuestos a aceptar provisionalmente una parte, dejando el resto en una situación de inestabilidad y de irredentismo, perfecta para consolidar el sujeto político que nazca de los planes de Ibarretxe. «Paz por territorios» quiere decir división de Navarra; y la urgencia de la hora es, precisamente, la movilización de la sociedad, porque el destino de Navarra -si no quiere ser una inmensa Londonderry- se va a decidir estos meses en la calle.
Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de diciembre de 2005.
Publicado en El Semanal Digital.