Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de enero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.
Hace un mes, en la Euskal Etxea de Nueva York y coincidiendo con el Día de Navarra, Maiorga Ramírez, tafallés, parlamentario de Eusko Alkartasuna y presidente de ese partido en Navarra, explicó que «que San Francisco Javier era euskaldun y que creía en la independencia de Navarra, por la que luchó, un hecho histórico que las instituciones forales ocultan». Como suele pasar con los políticos -con la excepción de Cánovas del Castillo y de don Claudio Sánchez Albornoz- ciencia histórica en estado puro.
Y el joven Ramírez ha ido a caer en dos de los debates envenenados de la política navarra; no hay, ni desde que existe el nacionalismo vasco ha habido, universal acuerdo sobre la identidad y los símbolos de Navarra; y el mismo nacionalismo ha distorsionado el debate sobre el final de la Edad Media en la Comunidad. Cosas de eruditos, puede decirse, pero por estas cosas y otras anejas hay quien mata y hay quien muere, y los que matan son del bando del señor Ramírez, así que no está de más aclarar algunos conceptos.
San Francisco Javier no participó en las guerras civiles de Navarra que dieron paso a la incorporación de la Corona a Castilla en 1512. Porque o no había nacido o era un niño. Su familia materna, los Azpilicueta, y más aún la paterna, los Jaso, eran familias prominentes de uno de los bandos en esos conflictos, los agramonteses. Pero su padre, Juan de Jaso, del Consejo Real de Navarra, no era un etarra ni tenía montada una Herriko Taberna. Cuando Fernando el Católico mostró su intención de imponer el orden en Navarra, Jaso le secundó, y apoyó la conquista castellana desde las instituciones. Hasta aquí el currículo de resistente de San Francisco Javier, que nunca luchó por ninguna independencia.
No sabemos con certeza si fue vascoparlante o no. Es probable que, como gran parte de la nobleza navarra de la época, fuese bilingüe, y emplease el castellano para la vida familiar y social, y el vascuence para relacionarse con niveles inferiores de la sociedad. Era una sociedad jerarquizada, señor Ramírez, esto es muy normal. Y la sospecha de que fue así puede venirnos de que en París, al encontrarse con san Ignacio de Loyola, guipuzcoano – y por cierto de otro bando en política- se entendieron en castellano y no en ningún dialecto euskérico. Tal vez Javier fuese euskaldún, pero esto es política, cultural y espiritualmente insignificante.
Tengo la sospecha de que a Maiorga Ramírez y su entorno les molesta, aún más que una figura universal y para nada nacionalista como san Francisco Javier, la conmemoración de su centenerio organizada por el Gobierno de Navarra en 2006. Va a ser un acto de afirmación de Navarra en lo que tiene de peculiar y es, por definición, no gusta en latitudes vecinas.
Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de enero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.