Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de enero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.
Navarra, lógicamente, tiene un Delegado del Gobierno socialista. Socialista el remitente, como todos sabemos, y socialista también el remitido, don Vicente Ripa. Ripa es funcionario de mi mismo cuerpo, pero sus entretenimientos políticos lo mantienen alejado del Instituto «Torre Basoko» de Pamplona, donde debería profesar. Historia, además. Pero si en esas cosas hay un cierto empate entre Ripa y yo, en otras me supera francamente. Por ejemplo, es seguro que canta mejor que yo, o al menos más, dada su afición a la música coral; y no le discuto, por supuesto, una formación espiritual más cuidada -mejor dicho, más avanzada- que la mía.
Ripa, que además es de Miranda de Arga, pasa por ser un hombre simpático. No puedo confirmarles el extremo porque no he tenido trato personal con este señor, que antes de ocupar el viejo Gobierno Civil fue diputado en las Cortes. Pero les aseguro que es un hombre inquieto, muy inquieto, y se lo voy a explicar.
El pasado 18 de diciembre autorizó -porque gracias a Zapatero tiene autoridad para ello- un homenaje a terroristas de ETA en la localidad de Berriozar, no lejos de Pamplona. Y allí unas de setenta personas profirieron gritos a favor de la banda con motivo de la salida de la cárcel de uno de los suyos. Y me dice que, además, llevaban fotografías del subteniente del Ejército Francisco Casanova, asesinado allí después de la tregua. A un lado, el Ejército y las víctimas. Al otro, los criminales. En medio, neutral, Vicente Ripa.
Ripa está por encima de nuestras pequeñeces. Por ejemplo, en Sangüesa, los chicos de Batasuna llevan incordiando desde el verano, con auténtica guerrilla urbana, contenedores y cajeros quemados, ataques al cuartel de la Guardia Civil y todos los complementos. Pues bien, para Ripa se trataba de un «no saber estar» y de «una gamberrada». Tuvo que venir José Antonio Alonso, el ministro del Interior, que también es socialista pero que tiene sentido de la medida, y aclaró que, en efecto, eran actos terroristas. ¿Qué iban a ser si no?
Para nuestro Delegado del Gobierno esto parece no tener importancia. Ripa es un producto acabado de la Transición, y como en ella la verdad y la mentira son para él poco importantes. Si es necesario llegar a acuerdos con ETA -y en la estrategia de Zapatero parece necesario- Ripa hará los sacrificios que haya que hacer para que ETA se eclipse y los ciudadanos se feliciten por tener un representante gubernativo tan rocero. Ripa hace su tarea; y no es culpable de la mayor parte de las cosas que hace. Es su Gobierno quien, conociéndolo, haría mejor en no ponerlo en aprietos. Para que se comprenda el talante del personaje, y su naturaleza inofensiva, recordemos que lo primero que hizo en su sede fue suprimir la guardia armada de guardias civiles. En Pamplona.
Zapatero debe buscar un acomodo adecuado para los méritos de Ripa. Estoy convencido de que, a pesar de nuestras pésimas relaciones con la Santa Sede, en la Obra Pía aún queda un hueco conveniente para la formación y aptitudes de este buen señor. Y mientras se lo piensan, francamente, yo les pediría que nos enviasen a alguien que sí sepa qué es el nacionalismo vasco, especialmente porque el próximo sábado día 21 los buenos nos vamos a manifestar contra los malos en Pamplona, y me gustaría que hubiese por aquí un poncio que no se lleve tan bien con los malos.
Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de enero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.