Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de enero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.
Nos han convocado el Foro de Ermua y una buena lista de asociaciones y de grupos a salir a la calle para escuchar ante el monumento a los Fueros de Navarra un Manifiesto por la Unidad de España. Sin rebuscar demasiado creo que ha habido poco parecido en las calles de Pamplona desde el 3 de diciembre de 1977, cuando la Diputación Foral convocó a miles de navarros, en parte allí mismo, en defensa de la entonces discutida y amenazada personalidad de Navarra: foral y española.
Aquella jornada de rebeldía, y la movilización social que representó, tuvo un éxito pleno. Si Navarra no fue incluida en la autonomía regional vascongada, si se respetó su autonomía jurídica de origen medieval consagrada en la Ley de 1841, si se respetó a un tiempo la voluntad de los navarros, su identidad histórica y el carácter paccionado de su foralidad, todo ello se debió a la reacción de la gente de la calle. En definitiva, al miedo que infundió la gente común, sencilla y honesta, dispuesta una vez más a defenderse con los sacrificios correspondientes, en la parte de la clase política profesional dispuesta a todas las mezquindades.
En 2006, como en 1977, se defienden los Fueros de Navarra de la agresión más fuerte que han recibido en toda su secular historia. Pero, contra lo que pueda pensarse, el manifiesto del Foro de Ermua es perfectamente respetuoso de la identidad de Navarra, en cualquiera de sus redacciones, incluso para los más exigentes de sus defensores. Y creo que los navarros necesitamos tener algunas ideas claras.
«Los privilegios fiscales y financieros que aún existen» están en el punto de mira del Manifiesto. Y algunos se han apresurado a proclamar, escandalizados, que esa frase era una amenaza para los Fueros. Rápidamente se ha formado un coro compuesto para la ocasión por una serie de inesperados foralistas. Porque cualquier navarro de buena fe puede suscribir ese Manifiesto, y estar contra cualesquiera privilegios, ya que los Fueros de Navarra, por su origen y naturaleza, no son privilegios en el sentido que lamentablemente tiene esta palabra en la vida política española de esta legislatura. Más aún: caer en la confusión o agravarla sólo favorece a quienes desean derogar el núcleo mismo de la foralidad navarra, que odian. Y por eso, palabrería aparte, tantos enemigos de Navarra y de sus fueros han aprovechado estos días para ponerse la piel de cordero (foral).
La comunidad a la que llamamos Navarra nació en la Edad Media como una forma concreta de ser español y de participar en la recuperación de la España perdida, en la Reconquista. La especificidad humana de esta comunidad tuvo su plasmación jurídica en unas leyes comunes, nuestros fueros, que siguen bajo diferentes formas en vigor ininterrumpido, e ininterrumpidamente adaptado a los tiempos. Y por eso no son privilegios injustos, sino la manera que tenemos de «ser». Que incluye, por cierto, de origen y no como opción sino como hecho inexorable, «ser españoles».
Inma Castilla de Cortázar ha dicho acertadamente que «Navarra es un ejemplo de lealtad al Pacto Constitucional». Es bastante lógico, porque tenemos a través de los milenios el hábito de seguir siendo, pactando con las realidades novedosas. Se espera de nosotros una respuesta «sin complejos como siempre: llena de sentido común y respeto a la genuina historia común»; y es una excelente noticia, porque en la comunidad nacional española nuestra imagen es esa. A pesar de que, en 1978, se hicieron concesiones innecesarias como la Disposición Transitoria Cuarta, de cuyo peligro se advirtió entonces y cuya supresión con buen criterio y plena lealtad a la esencia de Navarra sigue pidiendo Unión del Pueblo Navarro.
El verdadero problema es que quienes sí piden privilegios injustos y el fin de la igualdad jurídica, en perjuicio directo de Navarra y de España, y muy avanzados en el camino de la ruptura de la única nación, son los nacionalistas catalanes y vascos, apoyados en sus proyectos por el partido de mayoría relativa en las Cortes. Y son notorios sus acuerdos, acercamientos y carantoñas con los enemigos armados de España y de la libertad; que son los más felices con esta polémica estéril y acomplejada.
Coincido en que «lo fundamental de esta convocatoria es manifestarse por la unidad de España». Lo mejor del manifiesto es que nos ha recordado a todos que España «es» antes que cualquiera de sus partes; que ni los fueros existirían sin España ni jamás ha habido una Navarra ajena a España; que Navarra y España son anteriores al concepto liberal-democrático de nación, y anteriores a la existencia del Estado. Así que, después de las explicaciones, sin privilegios ni cobardías, estamos todos de acuerdo, menos los que nunca estarán, porque nunca han estado.
Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de enero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.