Otegi versus Sanz; al fondo, los Fueros

Por Pascual Tamburri Bariain, 4 de febrero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.

Raras veces los acontecimientos coinciden en el tiempo por casualidad. Y el viernes 3 de febrero de 2006 podrá ser recordado porque fueron al mismo tiempo noticia dos personas que encarnan dos posibilidades de futuro diferentes para Navarra.

Por un lado, Unión del Pueblo Navarro reunió su Consejo Político. En Tudela, Miguel Sanz recibió todos los respaldos posibles, en un diálogo franco, a su posible candidatura a la presidencia del Gobierno en las próximas elecciones forales. Junto a la general coincidencia en pedir al actual presidente ese paso, de aquella reunión conviene resaltar la coincidencia en hacerlo de personas de muy diversos orígenes y sensibilidades. Esto, por sí mismo y viniendo del mayor partido de Navarra, sería una noticia relevante. Los movimientos en el campo contrario aumentan su importancia.

Enfrente, Arnaldo Otegi volvió a pasar, el mismo día, por la Audiencia Nacional. Está acusado de algo que él mismo y los suyos no niegan, ser propagandistas y enaltecedores de los terroristas de ETA, compartiendo sus objetivos. Sobre todo, como nunca se recordará suficientemente, Otegi es el portavoz y coautor de la «propuesta de paz» nacionalista que, presentada a finales de 2004 en Anoeta, se está cumpliendo punto por punto.

Según Otegi, su propuesta de Anoeta implicaba «una paz justa, estable y duradera en Euskalherria y en el Estado español» y «ha dado frutos y va a seguir dando frutos en el futuro». Anoeta, como sabemos, consiste en un esquema de diálogo en dos mesas diferentes, una entre ETA y las autoridades del Estado, destinada a negociar el fin de la banda nacionalista, y otra de diálogo entre «los partidos vascos». Un diálogo «sin restricciones» que es compatible con el Plan Ibarretxe.

La propuesta de Otegi en Anoeta, compartida por todos los nacionalistas, incluye la «territorialidad» de su soñada nación vasca, y eso implica a Navarra. Navarra que, hasta el día de hoy, se ha negado en todas las formas posibles a participar en el proyecto secesionista. Y el problema es que sin Navarra no hay autodeterminación ni hay secesión, así que para Otegi no habría ni plan ni paz. Pero antes de ir a Madrid como acusado, Otegi ha dicho que «Nafarroa no es el problema, sino la solución». ¿Qué quiere decir esto? ¿Ha encontrado Otegi la manera de convencer a los navarros, de doblegar su voluntad, de llevar a Pamplona la capital de una nueva nación?

Hay una posibilidad de que esto sea así. Otegi sabe, por supuesto, que el destino de Navarra -encuadrado en un Fuero paccionado, de naturaleza diferente a los Estatutos que vienen y van- depende de los navarros y de quien gobierne en Madrid. Conoce bien la voluntad de los navarros, pero su esperanza es que José Luis Rodríguez Zapatero gobierna en la Moncloa.

Navarra sería un problema insalvable para Otegi y los nacionalistas si a la voluntad foral y española de los navarros se uniese sin fisuras la del PSOE. Pero el partido de mayoría relativa en España, oposición en Navarra, tiene ante sí tentaciones muy fuertes que convierten en dudoso el futuro de Navarra. El presidente Zapatero, ante la perspectiva de la tregua de ETA con la que sueña como garantía de una futura victoria en las urnas, podría desentenderse del destino de Navarra, como se ha desentendido de la lucha contra el terrorismo desde la Audiencia Nacional.

Y el mismo PSOE navarro, pese a las contradictorias declaraciones de sus representantes, ¿qué haría ante la posibilidad de volver al poder de la mano de los nacionalistas? Sanz lo explicó hace más de un año y acaba de recordarlo: «la alternativa a UPN es posible con un acuerdo entre socialistas y nacionalistas, pero es poco deseable para los ciudadanos». Esa victoria en coalición supondría renunciar a la identidad de Navarra y a la vigencia real de su foralidad, usando ésta como coartada de una integración en el País Vasco y una progresiva separación de España -vía definición de nuevas «naciones», según el modelo catalanista-.

Sólo hay una manera de evitar ese itinerario y de confirmar que Navarra sigue siendo «el problema» del nacionalismo. Sólo será así si ninguna combinación electoral ponga la Comunidad en manos de quien ignora o niega su identidad, o de quien esté dispuesto a negociar con ella. Y con eso, por cierto, Navarra no sólo se salvará a sí misma, sino que pondrá un obstáculo en el camino de quienes discuten el futuro de España. Probablemente en un futuro inmediato los navarros estén llamados a elegir entre el camino de Miguel Sanz y el de Arnaldo Otegi. Pero sólo en uno de ellos estará la personalidad histórica, jurídica y nacional de Navarra.

Por Pascual Tamburri Bariain, 4 de febrero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.