Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de febrero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.
Esta semana no hay memez que comentar ni memos que delatar. Es decir, los hay en abundancia, pero la situación de España en general y de Navarra en particular me obliga a explicarles a ustedes otras cosas más urgentes y tal vez más graves. Aunque, mal que le pese a mi amiga Maite Soroa, van a ver ustedes cómo esta semana el nacionalismo vasco nos ha demostrado que «no hay tonto bueno», y que de incapaz o ignorante a malvado hay sólo un paso. El mismo que separa la mentira de la injusticia.
En medio de los rumores de tregua, el nacionalismo vasco teóricamente moderado está llenado todos los canales de comunicación con la idea de que para que ETA deje de matar será necesario ir «más allá de la estricta justicia» con los asesinos. Es decir, que será necesario olvidar sus delitos, sacarlos a la calle por la puerta grande. El portavoz del PNV, Iñigo Urkullu, y Joseba Azkarraga, de EA, acaban de expresar su total respaldo a los acuerdos que pudieran adoptarse en una mesa entre ETA y el Gobierno español. Elkarri ha declarado en Pamplona que estamos ante «una gran oportunidad de mejorar y corregir aquello que no ha funcionado bien». Y ya desde 2002 los jesuitas y asimilados andan mezclando cuestiones de moral individual cristiana con las decisiones de la Justicia, sugiriendo que «perdonar es ir más allá de la justicia»
La verdad es que el nacionalismo vasco, en sus actuales maniobras al calor de la debilidad de Zapatero, del renacimiento de ETA y del ejemplo catalán, tiene sólo dos problemas insoslayables: las víctimas del terrorismo y la verdad histórica. Una vez calladas las voces de quienes murieron a manos de los ejecutores del proyecto nacionalistas y una vez tergiversado el pasado para buscar en él razones para una identidad futura, los discípulos de Sabino Arana y de Federico Krutwig se las prometen muy felices.
Por esa razón -para legitimar la «construcción nacional»- el nacionalismo necesita hacer las dos cosas a la vez. Son dos formas de mentira, y dos formas de injusticia, que no pueden divorciarse. Necesitan negar la dignidad de las víctimas para afirmar la de los verdugos, y negar la verdad del pasado para dar legitimidad -no democrática, por cierto- al futuro que quieren dejar en manos de esos mismos verdugos.
Por eso es muy lógico que en la página web de Nabarralde (grupo de nacionalistas de estricta observancia) haya aparecido una crítica cercana al insulto de la exposición ‘La edad de un Reyno’ que el Gobierno de Navarra organiza sobre la historia de la Navarra medieval. La verdad histórica, contada ahora además de una manera didáctica y con un esfuerzo de medios sin precedentes, no es opinable. Pero sí es ofensiva para quienes pretenden crear una nueva comunidad política a partir de la invención de un pasado.
Lamento personalmente que esa negación de la verdad pasada haya estado financiada con fondos públicos navarros, sobre todo porque su meta es la destrucción del espacio privativo navarro. En su propio lenguaje, creo que eso es otro «déficit del actual marco de convivencia», que nuestras autoridades deberán corregir. Sobre todo porque, si no lo hacen, estarán contribuyendo a la mentira y a la injusticia, en sus dos vertientes necesariamente asociadas.
Algunos creerán que esto es «esencialismo» y citarán a Reinhardt Kosellek y demás relativistas. Pero sucede que los hechos fueron de una manera concreta, y el historiador debe intentar describirlos e interpretarlos, del mismo modo en que el juez imparte justicia. Es una estafa inaceptable del nacionalismo el intento de negar la verdad en nombre de la relatividad de los hechos, y después afirmar un nacionalismo etnicista basado en unos referentes que son objetivamente … falsos. ¿Saben que mienten o lo hacen por ignorancia? En algunos casos cabe dudar de la buena voluntad. En otros, por desgracia, no. Así que, señores, si quieren hacer algo que hiere profundamente a los amigos de Parot, visiten en Pamplona ‘La edad de un Reyno’.
Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de febrero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.