Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de febrero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.
A la OPA amistosa de la alemana E.ON se sumó ayer la oferta de apoyo de la italiana Enel a la OPA hostil de Gas Natural. Y el Gobierno olvida el interés de los accionistas y usuarios.
Las noticias se acumulan sobre la mesa del presidente del Gobierno. Anteayer fue el anuncio de la OPA amistosa de la compañía alemana E.ON sobre la eléctrica Endesa; ayer llegó la posibilidad de un respaldo de la compañía energética italiana Enel a la OPA original de Gas Natural, que permitiría a la gasista catalana competir con la excelente oferta alemana. Y en medio, el destino de un gran sector de la economía española, y de importantes decisiones políticas.
Desde un punto de vista financiero resultaba evidente que Gas Natural, aun con el respaldo de La Caixa, habría de necesitar el apoyo de una gran empresa, a ser posible del sector, si quería evitar que la eléctrica presidida por Manuel Pizarro cayese pacíficamente en manos de los alemanes. No sólo está en juego la operación económica de Gas Natural, sino su implicación política, ya que una de las pocas cosas en las que estaban ya de acuerdo Pasqual Maragall y su rival por la Generalitat Artur Mas era en que la OPA es «medio Estatut».
Ayer los italianos de Enel, que previamente se habían mostrado interesados en adquirir los activos de Endesa de los que Gas Natural se habría tenido que deshacer en caso de triunfar su oferta de compra, ofrecieron su apoyo a la empresa presidida por Salvador Gabarró para, apoyando su OPA, permitirle mejorar su oferta de 21,3 euros por acción y contrarrestar los 27,5 euros ofrecidos por E.On.
Sin embargo, el Gobierno de Zapatero por un lado y Gas Natural por otro han rechazado el concurso de Enel. Las razones para actuar así son varias, y de distinta importancia. Por una parte el PSOE se ha embarcado en una inesperada campaña de nacionalismo económico, recordando la españolidad de Endesa y de Gas Natural; era difícil rechazar a los alemanes por «patriotismo» y recurrir al mismo tiempo a los italianos. Por otro lado, Enel es una compañía inmensa, mucho mayor que Gas Natural e incluso que la suma de ésta con Endesa; si Enel entraba en el juego habría sido, de un modo u otro, para adquirir una posición dominante en el sector, no para ayudar gratuitamente a Gas Natural.
Pero tal vez lo que más ha pesado en el ánimo de Zapatero y de sus aliados empresariales ha sido el carácter público de Enel, que casi en un 30% es propiedad del Estado italiano. Y aunque en la sede socialista de Ferraz se da por segura la victoria de la coalición de izquierdas en las elecciones italianas de marzo, siempre existe la duda -dados los precedentes- de una posible victoria de la coalición populista y derechista de Silvio Berlusconi. Y lo que menos quiere ahora Zapatero es introducir al centroderecha italiano en el mundo empresarial español.
Así que Gas Natural ha rechazado elegantemente la ayuda de Enel, y Zapatero ha anunciado además que no utilizará su «acción de oro», resto del control público sobre las grandes empresas privatizadas. En realidad, es un gesto propagandístico de Zapatero: es discutible la legalidad, en un contexto europeo, de esa opción, y además el Gobierno dispone de medios más eficaces -el poder normativo del Gobierno sobre el sector- para dificultar la OPA amistosa y favorecer la hostil. Quien crea que el PSOE ha abandonado su estatalismo en economía se equivoca.
Pero lo que realmente es un globo hinchado es el neonato nacionalismo económico del Gobierno Zapatero. Sin entrar a valorar su sinceridad al respecto -contando con el apoyo parlamentario de los nacionalistas catalanes, directamente afectados por esta cuestión- hay que recordar que PSOE y PP han terminado con el mercado nacional español. En lo bueno y en lo malo España no tiene ya sectores nacionales estratégicos, como acaba de demostrar la adquisición del resto de nuestra siderurgia por una gran empresa india. Hablar en este único caso del «interés nacional» no deja de ser un sarcasmo, por recelo ante un mercado libre.
Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de febrero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.