Por Pascual Tamburri Bariain, 28 de febrero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.
El Partido Popular es, probablemente, el más grande y más fuerte de toda la historia democrática española, al menos de la reciente. No es ahora mismo el que más diputados tiene en el Congreso -o sí, si tenemos en cuenta que el PSC y el PSOE no son exactamente lo mismo- pero en todos los demás aspectos va ganado: es el que más afiliados maneja, el que llega a más lugares, el que más concejales tiene. Una máquina bien engrasada que después de la Convención de estos días tendrá que ponerse a punto para los sucesivos desafíos electorales.
Fuera por ahora de La Moncloa, el PP tiene su mejor baza en el poder autonómico: millones de españoles son gobernados por el PP, que tiene en esas Comunidades y en miles de Ayuntamientos la plataforma más evidente para tratar de vencer en las elecciones de 2007 y 2008, y mientras tanto para oponerse a las salidas de tono del actual Gobierno salvaguardando en lo posible los intereses de los ciudadanos.
Pero ¿quién los conoce?
Los encargados de todo eso no son, ahora mismo los rostros más conocidos del PP nacional. Teniendo en cuenta la situación de las instituciones y de los medios de comunicación los mejor situados para conquistar la sociedad para el PP de Mariano Rajoy son los presidentes autonómicos «populares». Ale menos, en teoría.
En la práctica, lo que sucede es más que curioso. Siendo las autonomías del PP las que mejor funcionan, objetivamente, y las que mejores niveles de renta o de crecimiento están manteniendo, algunos de sus presidentes son anormalmente poco conocidos por sus mismos ciudadanos, y por supuesto por los de otras regiones; y además resultan valorados por debajo de la media. Algunas de estas cosas se pueden explicar; otras, me temo que no.
La baja valoración de los presidentes «populares», por ejemplo, tiene su lógica y no es nada peligrosa. Resulta que los ciudadanos encuestados por el CIS -por poner un caso- tienen que poner una nota al correspondiente presidente autonómico. Los votantes de izquierda, en general, valoran muy bien a los suyos y muy mal a los del PP, mientras que los simpatizantes del centroderecha tienden a matizar más sus respuestas, aceptando los valores del adversario y criticando a su propio líder. El resultado es una valoración baja que, en definitiva, no tiene repercusión electoral.
No hay excusa
Lo que no tiene perdón de Dios es, en cambio, el grado de conocimiento de algunos presidentes autonómicos. El de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, por ejemplo, según el barómetro del CIS de diciembre, sólo es conocido por el 57% de sus ciudadanos, frente al 81% de la madrileña Esperanza Aguirre, el 78% del murciano Ramón Luis Valcárcel, el 77% del balear Jaume Matas o el riojano Pedro Sanz, y el 76% del valenciano Francisco Camps. Pero no se trata sólo de comparar a Herrera con Juan José Lucas, que sí era conocido por su gente. Lo grave es que en este asunto el PSOE va ganando, y hasta el recién llegado Emilio Pérez Touriño es más conocido que la mayor parte de los «populares». Y no hablemos de los líderes nacionalistas y asimilados, porque Juan José Ibarretxe es más conocido por los vascos que el mismo Zapatero.
Esto sí tiene importancia política. El PP tiene una clase dirigente amplia, variada y fuerte. No parece muy aconsejable, sin embargo, que desperdicie esas magníficas tribunas que son las presidencias autonómicas. Son su mejor activo ahora mismo, y si quieren tener opciones en las siguientes elecciones generales tendrán que ir corrigiendo el defecto. Porque de ahí tiene que salir votos, ideas y rostros para dar solución a todos los problemas que ahora mismo tiene planteados el país.
Por Antonio Martín Beaumont y Pascual Tamburri Bariain
Por Pascual Tamburri Bariain, 28 de febrero de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.