Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de marzo de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.
ETA ha decretado, por fin, su alto el fuego. Pero tiene su precio, que Zapatero conoce ya y que está dispuesto a pagar. La Moncloa sabe qué pide ETA y cómo dárselo.
ETA ha dejado de matar. No ha dicho hasta cuándo, ni tampoco ha dicho qué va a hacer con sus armas y sus comandos. Pero sí ha dicho por qué empieza la tregua: ETA está en condiciones de obtener sus objetivos a través de una negociación política. Nada ha cambiado, porque ETA sigue exigiendo la independencia, que cambió su nombre a soberanía y después a autodeterminación, y que ahora apellidan «tener la palabra y la decisión sobre su futuro». Todo sigue igual, porque ETA sigue exigiendo también la liberación de sus presos. Y el precio es siempre el mismo, porque lo que ahora llaman «territorialidad» es, como siempre, la incorporación de Navarra a Euskal Herria.
Zapatero lo sabe. Siempre, desde que pactó con Carod-Rovira, sabía que ETA tenía unas metas inmutables. Lo ha sabido durante estos dos años, y sus movimientos siempre han tenido en cuenta esa realidad: ETA puede negociar su uso de las armas, pero no puede renunciar a sus objetivos. Puesto que ETA no renuncia a Navarra, puesto que los terroristas consideran hoy posible acercarse a sus objetivos, y lo ven más fácil obteniendo un precio a cambio de su armisticio, habrá que concluir que el Gobierno está dispuesto a pagar en todo o en parte ese precio. ¿Cómo?
«Un proceso democrático en Euskal Herria»
Como se decía premonitoriamente en un editorial de El País de (ya casi) Javier Moreno, el Estatuto catalán ha sido «una enseñanza, que sirve sobre todo para el proceso que pronto se abrirá en el País Vasco». Horas después, oh maravilla, el diario de Prisa vio su profecía realizada por ETA.
Cuando del franquismo dio paso a la democracia Torcuato Fernández Miranda, con la ayuda de jóvenes (entonces) como Gabriel Cisneros, popularizó la idea de que se podía ir «de la ley a la ley». Es decir, que se podía aceptar formalmente la legalidad y emplear las propias instituciones para modificarla radicalmente incluso en lo que constitucionalmente era inmodificable. Así se llegó a la Ley para la Reforma Política, teóricamente una más de las Leyes Fundamentales franquistas pero en realidad la negación de todas ellas, como explicaba indignado -pero sin éxito- Eustaquio Galán y Gutiérrez. Sin ruptura aparente, una reforma votada por las Cortes. Un par de años después la faz del país había cambiado por completo y sin demasiada violencia, para sorpresa incluso de muchos de los procuradores que habían votado aquella Ley.
La aprobación del proyecto de Estatuto catalán, el martes 21 de marzo de 2006, se ha hecho dentro de la letra de la Constitución de 1978. Como en 1976, se ha ido de la Ley a la Ley dentro de la legalidad. Pero antes en España había un solo sujeto político soberano, una sola nación, y hoy ya hay, al menos, dos. Ha cambiado el régimen, aunque los efectos no serán inmediatamente visibles.
Con este fundamento, y sin esperar siquiera veinticuatro horas, ETA ha anunciado su tregua. Hoy ya es posible lo que en la Transición no fue posible; hoy ETA ya puede obtener, dentro de la nueva legalidad de Zapatero, lo que siempre quiso y nadie le concedió antes: la autodeterminación y Navarra.
«La decisión de los ciudadanos vascos»
El nacionalismo vasco se mueve en función de esta tregua de ETA. El próximo 16 de abril, día de Pascua, el nacionalismo celebrará el primer Aberri Eguna en la historia en el que la legalidad española admite que Euskal Herria puede ser una nación.
Ahora bien, ¿qué piensan los ciudadanos directamente afectados? A grandes rasgos la mitad de los vascos y más del ochenta por ciento de los navarros no son nacionalistas. Como decía Eugenio d’Ors, «por pequeña que imaginemos a una entidad independiente albergará siempre en su seno al potencial de una nación distinta», así que en estas dos regiones de España la opinión política está muy dividida. Tanto que es difícilmente imaginable un consenso razonable hacia cualquier forma de autodeterminación. Y eso suponiendo que tal atributo correspondiese a estas regiones.
Todo depende del PSOE. En ninguna de las dos Comunidades tiene capacidad, siquiera remota, de convertirse en primera fuerza electoral; en las dos sus votantes son manifiestamente ajenos al nacionalismo vasco. Sin embargo en las dos, sus líderes -Patxi López por un lado, y el senador Carlos Chivite, el «cunero» Juan Moscoso y el «poncio» Vicente Ripa en poco velada disputa por el otro- quieren pisar moqueta. ¿Cómo? Su única opción es hacerlo de la mano del nacionalismo; y si para ello fuese necesario desandar el camino andado desde la Transición, ¿alguien duda que lo harían? Al fin y al cabo estamos en una nueva Transición.
Además de las tentaciones locales, hay que considerar las necesidades de Zapatero. Zapatero querrá dosificar la sensación de «paz» que se respira hoy en grandes capas de la población española, y hacerlo para ganar las elecciones autonómicas de 2007 y las generales que convocará cuando le convenga. Si para mejorar sus bazas tuviese que presionar a sus representantes en las cuatro provincias lo haría sin duda.
El juego es especialmente sutil en Navarra. Para ofrecer Navarra, Zapatero necesita tenerla, o tener un PSOE capaz de aliarse eficazmente con el nacionalismo. Por eso, hasta mayo de 2007, que nadie espere grandes gestos de amenaza a Navarra: el objetivo es que Unión del Pueblo Navarro no tenga entonces mayoría absoluta, y poder entonces, de verdad, poner sobre la mesa de negociación -una de ellas- la momia del PSOE navarro. Negar la evidencia, mientras tanto, será parte de lo pactado con ETA.
«Una paz basada en la justicia»
Las cartas están repartidas y nadie serio se deja engañar. El presidente navarro, Miguel Sanz, ha ido más allá que el Gobierno que preside, y ha concretado la posición de Navarra de la siguiente manera: «no permitiremos nunca que la voluntad de los navarros sea suplantada por ningún proceso de paz ni negociación que implique cesiones políticas y que lleven a lograr esa entelequia de un país llamado Euskal Herria que sólo figura en sus mentes». En la negativa de Sanz a las aspiraciones de ETA hay dos elementos diferentes superpuestos y unidos, la voluntad general de los navarros y la identidad permanente de Navarra.
Navarra es una región de España, una comunidad con un régimen foral excepcional, como resultado de su historia y de su personalidad colectiva. Esto es un hecho, que ningún interés político puede modificar. Hoy por hoy, además, y como siempre, una mayoría aplastante de navarros se siente identificada con esa personalidad foral y española. En los próximos meses y años vamos a asistir a intentos de todo tipo para negar la identidad de Navarra y para anular o cambiar la voluntad de los navarros, ya que el precio de ETA es Navarra.
ETA une las ideas de paz y de justicia. Es correcto hacerlo. Pero de justicia es dar a cada cual lo suyo, y Navarra, que no pide otra cosa, quiere seguir siendo lo que siempre ha sido. Engañar a los navarros o entregar directamente Navarra supone negar la justicia. Y quien no haga justicia a los navarros no puede esperar paz. Primer aviso a navegantes: el curso político emprendido por Zapatero depende sólo del destino de Navarra. Segundo aviso a politicantes: Navarra es lo que es por su naturaleza, sin que importe la opinión, la percepción o la imaginación de nadie.
Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de marzo de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.