Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de junio de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.
Ahora no sólo sabemos qué ha exigido ETA al Gobierno, sino que tenemos la certeza de qué ha dicho Zapatero que dará a los terroristas. Sólo la reacción social puede impedirlo.
Estamos en tiempos de compromisos, y con razón ETA ha explicado que sus decisiones «serán consecuencia de la actitud del Gobierno español». José Luis Rodríguez Zapatero no puede defraudar a su público: si cree que su «paz» le dará la victoria en las urnas y cree que esa «paz» sólo puede obtenerse dando a ETA lo que quiere, es lógico que proceda a cumplir sus compromisos. Ahora bien, ¿cuáles son esos «compromisos» que según ETA no pueden aplazarse más?
Si fuese otro el interlocutor podría haber dudas. Siendo ETA, está claro qué quiere, porque nunca ha querido otra cosa. Zapatero es la oportunidad soñada por los nacionalistas, un gobernante dispuesto a pagar el precio que los anteriores se negaron a abonar. Por lo demás, el precio es el mismo de siempre y lo único que se va a negociar es cómo y cuándo se paga.
¿Y si al final no se paga? Es muy sencillo, ETA sigue existiendo y si no queda satisfecha volverá a matar, esperando la rendición del Estado o el estallido de un conflicto civil. Porque esas dos son las opciones de victoria que ETA maneja desde su nacimiento -ya saben ustedes, hace más de cuatro décadas, en un convento o en una sacristía, según versiones-. Hoy, como entonces, ETA tiene aliados fuera del País Vasco y de Navarra, y de hecho su comunicado del miércoles cita expresamente su colaboración con la izquierda española, en «agradecimiento a la solidaridad de personas y colectivos» .
Pues bien, el precio de ETA y los compromisos de Zapatero son los que son. Veamos:
1) ETA exige su propia legalización, es decir no sólo su aceptación como interlocutor político -cosa que ya ha hecho Patxi López, por lo menos- sino que Batasuna, bajo cualquier nombre, deberá ser legal. Hoy en día tanto en España como en toda la Unión Europea negociar con un batasuno puede ser considerado ilegal, ya que ETA es ilegal. Zapatero hará lo necesario, y su único problema es cómo contárselo a la gente. De todos modos, el Partido Comunista había asesinado más gente que ETA y Adolfo Suárez aprovechó la Semana Santa de 1977 para legalizar a Santiago Carrillo. Este verano veremos grandes cosas, incluyendo la lógica consecuencia de la legalización que será la liberación de los asesinos detenidos. Lo que tienen que decidir es cómo venden el producto a la opinión pública.
1) ETA exige un marco político en el que sea posible la autodeterminación vasca, es decir la independencia con todos los retruécanos jurídicos que se quieran añadir y el nombre que en cada momento convenga inventar. El sistema estatutario catalán iba en esa dirección, porque una «nación» es, por definición, sujeto de soberanía. Pero ETA quiere más, porque desea blindar el proceso para el futuro, ya que no quiere deber nada al PP. Algo inventarán. Y Zapatero está de acuerdo en edulcorar esto tanto como sea posible, porque si los plazos se dilatan y se cuidan las formas todos esperan que no haya ninguna reacción entre la población civil española.
2) El plato más indigesto de los «compromisos» de Zapatero es, por supuesto, Navarra. Si Zapatero y los nacionalistas no se unen no podrán desalojar al centro derecha del poder en Pamplona, y entonces la operación tendría que hacerse contra las instituciones navarras, cosa difícilmente asumible, aunque no imposible porque ya se intentó en su momento. Ahora bien, Navarra está siendo minada de muchas maneras. Socialistas, comunistas y nacionalistas están dando la vuelta al manido argumento de algunos representantes de UPN acerca de que «Navarra será lo que los navarros quieran». Y por otro lado los complejos centroides de parte de Unión del Pueblo Navarro -cese inexplicado del consejero José Ignacio Palacios hace una semana, halagos sanfermineros del Ayuntamiento de Pamplona al etarra Jose María Eskubi, por ejemplo- lejos de reforzar la defensa de Navarra tienden a abrir nuevas vías para el «plan Zapatero»: sumisión pacífica de Navarra, adornada de tal modo que muchos navarros ni se den cuenta.
Y ese es el precio de la «paz». ¿Paz?
La negociación, error histórico
La negociación con ETA nunca ha traído paz ni ha podido traerla. ETA se refuerza con cada «proceso de paz», ya que, como mínimo, se acepta implícitamente su legitimidad. Y los terroristas conservan siempre la opción de volver a matar si el «diálogo» no llega donde ellos deseaban. Así que la negociación con un movimiento así trae, por definición, sufrimiento para la gente. Y a veces la victoria de los delincuentes.
La tentación de Zapatero es evidente. Todos los gobernantes españoles la han sentido. Todos, incluso Francisco Franco, y por supuesto José María Aznar. Adolfo Suárez y su equipo de brillantes asesores soltaron a todos los delincuentes e iniciaron el proceso autonómico y no obtuvieron a cambio más que asesinatos. Zapatero quiere más de lo mismo, y tiene dos opciones: o dar a ETA todo lo «comprometido» o ver cómo ETA vuelve a matar. Y es que frente a un grupo totalitario de amplia base social, en una sociedad dividida, sólo la movilización puede ser una respuesta definitiva.
Una sociedad en conflicto civil
ETA dijo en su comunicado, con todas las letras, que está dispuesta a volver a matar, en cualquier momento. Si «nuevas generaciones se sumarán a la lucha respondiendo con fuerza a quienes por la fuerza mantengan esta situación» hemos de entender que ETA sigue apoyando la movilización totalitaria en su parte de la sociedad, sigue seleccionando, entrenando y armando reclutas y sigue manteniendo en pie su ideal de guerra civil.
ETA estuvo a punto de ser derrotada dos veces. Durante el franquismo la represión, cuando existió de verdad, la redujo a ser una piltrafa, y de esa situación sólo la sacó la proximidad de la izquierda en la transición a la democracia. La segunda vez fue cuando, gobernando el PP, a la movilización totalitaria de ETA se opuso la movilización de la parte libre de la sociedad. Ahora ETA contempla con irrisión y burla cómo el llamado «movimiento cívico» se ha dividido y debilitado, además de perder el apoyo del PSOE. En Gara, hace muy pocos días, «Maite Soroa» se burlaba de la división de opiniones sobre el futuro de la lucha civil entre Carmen Gurruchaga y Edurne Uriarte. Pero así son las cosas: un movimiento totalitario de masas no se combate ni desde la frialdad de las leyes, ni desde la posesión de las instituciones, ni desde cálculos partidistas y alicortos. ETA sólo será detenida y en su caso derrotada por un pueblo en marcha. Que quienes podrían y deberían estar al frente de esa marcha procuren, al menos, no entorpecerla.
Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de junio de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.